domingo, 8 de marzo de 2020

La vida entera, de David Grossman

1.
Lo primero que voy a decir es que esta es una obra magna, una de esas novelas que es como un edificio construido por un sólo sujeto y por ende admirable, asombroso que un tipo haya sido capaz de crear, de escribir una cosa así. No lo digo por lo larga, aunque la extensión es parte de la proeza, pero hay novelas largas cuya longitud sólo nos habla de la facilidad que tiene quien escribe para poner una cosa ocurrente después de la otra (por ejemplo Stephen King). Esta novela es larga (800 páginas) y ardua (la leí en un mes y medio) pero también es conmovedora, inteligente, graciosa, y muy terriblemente humana. Grossman dio vida a un personaje: Ora está viva. Pocas veces vi ese nivel de profundidad. La novela en buena medida trata sobre la maternidad, y es prodigioso que un tipo (un varón cis) haya podido meterse en la piel de una madre de esa manera (y esto lo digo después de hablarlo durante varias clases con muchas muchas señoras que vivieron la experiencia de maternar). El otro gran personaje de la novela, Abram (sin h), no llega a tener el nivel de existencia real que tiene Ora, que casi te diría que está en 3D.

2.
La vida entera es el título en castellano de אשה בורחת מבשורה, o sea "Ishá Borajat MiBzora", o sea "Una mujer huye de un mensaje", que en inglés recibió un tercer título, To the End of the Land. Yo me imagino que Grossman estuvo involucrado en la elección de los títulos no hebreos, porque los tres hacen alusión a aspectos principales de la novela. El núcleo de la historia, el conflicto -en términos dramáticos-, se puede resumir así: Ora, una mujer de mediana edad, espera ansiosa que su hijo menor termine el servicio militar. Tiene preparadas dos mochilas, porque planeó salir con él a recorrer el Sendero Nacional Israelí, un camino que cruza el país de norte a sur (Hasta el final del país) y que atraviesa campo, montañas y playas, como forma de celebrar el fin de su suplicio, el fin de la "nacionalización" de sus hijos por parte del Estado. Llega el día, vuelve Ofer, pero en lugar de sumarse al programa de su madre, se enlista nuevamente en el Ejército y se ofrece voluntario para ir a reprimir la Segunda Intifada en los Territorios Ocupados. Ora no puede más. Siguiendo un orden supersticioso más que lógico, decide que si se queda en su casa le pueden notificar la muerte de su hijo, pero que si ella no está, no la podrían notificar, y que si el mensaje no le llega su hijo no se puede morir (Una mujer huye de un mensaje). Así que agarra las mochilas y se va a recorrer el país, a pie. En el camino levanta -y casi secuestra- a un viejo amigo al que no ve hace años y lo suma al recorrido. Como parte del ritual exorcista, además, decide que tiene que hablar sin parar de Ofer, de la vida de Ofer, así que a este amigo es a quien le cuenta La vida entera.

3.
A todo esto se le suman unos buenos saltos temporales: el presente de la narración del primer capítulo, las primeras cien páginas, es en el mes de junio de 1967. El país (que es Israel, ¿ya les dije?) está atravesando la Guerra de los Seis Días, y nuestros personajes, que en ese momento tienen 16 años, se conocen en un hospital. Ora, Abram e Ilan están en cuarentena -curiosa coincidencia con el tiempo en que di clases sobre este libro- por un brote que imagino será de disentería, ellos tres solos en un hospital que estuvo lleno y en el que son los únicos que quedan, junto con una enfermera árabe que llora fuera de campo. Ese capítulo solo ya sería alto libro. El manejo de la narración casi cinematográfica, audiovisual, con el lugar a oscuras que de pronto se ilumina y el lugar del sonido, impresionante. Y luego, salto temporal, nos encontramos con Ora en 2003, con 50 y pocos años, y todo lo que ya conté arriba, que pasa a ser el presente de la narración; pero a través del relato de Ora, y de sus recuerdos, y de un narrador omnisciente focalizado, volvemos una y otra vez al pasado, a todo lo que pasó entre ese hospital de Jerusalén en el '67 y este paseo angustiante de principios del siglo XXI, y en especial al año '73 y la Guerra de Iom Kipur, durante la cual los tres adolescentes del comienzo hacen su servicio militar. 

4.
Y además de los saltos temporales y de Ofer en el ejército (y el mensaje del que hay que huir), el otro elemento que construye la trama es el del triángulo amoroso, el rebuscadísimo pero verosímil triángulo que durante décadas entrelaza las vidas de Ora, Abram e Ilan, los adolescentes que se conocieron en 1967. Está tan bien todo, que las peripecias melodramáticas de la historia, que en abstracto parecerían de tragedia griega, funcionan a la perfección. 

5.
Tendría mucho más que agregar pero no lo haré. Solo mencionar que David Grossman -que por un lado es Ora y por el otro es Abram- perdió un hijo en la segunda Guerra del Líbano, la de 2006, mientras terminaba de escribir esta novela que en parte escribía para conjurar la posibilidad de que eso ocurriera. El epílogo habla de eso muy sucintamente, y la frase final de ese epílogo me hizo llorar mientras la leía, y de nuevo mientras se la leía en voz alta a otro humano. Dice Gorssman que "tras los siete días del duelo volví al libro, que ya estaba escrito en su mayor parte. Lo que más cambió fue la caja de resonancia de la realidad en la que fue revisada la versión definitiva". Es súper interesante la postura política de Grossman con respecto al conflicto palestino-israelí, y conmovedor este discurso que pronunció en el acto paralelo de Iom Hazikarón en 2018, cuando se cumplían 70 años de la creación del Estado de Israel, de la Guerra de la Independencia y de la Nakba. 

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