1. Este libro me lo compré de cebado nomás, en Puán. Un día lo señé y otro día lo compré, gasté 30 pesos y el libro está usado y hecho mierda, así como si lo hubiera agarrado un perro. Es linda la tapa igual, y es efectivamente la primera edición. Es uno de esos gastos innecesarios, una de esas compras supérfluas que sólo se me justifican si leo el libro, cosa que en general no sucede pero que en este caso sucedió, para tranquilidad de mi conciencia economicista y también para favorable precedente de nuevas compras supérfluas en los puestitos de libros de la facultad.
2. Historia transversal de Floreal Menéndez es algo así como una novela en la que el narrador no puede concentrarse en un protagonista. Empieza con Floreal Menéndez, que juega al ajedrez y pierde, va al médico y espera su turno, pero antes de que Floreal Menéndez entre al médico (o después, no me acuerdo, no importa), el narrador se va con otra persona que está esperando en el lugar. Se va, sigue a otro personaje hasta que este se encuentra con un tercero o no se encuentra sino que se cruza y entonces el narrador sigue al otro y así se construye todo el libro: de historias fragmentarias cual más absurdas de personas casi siempre con nombres y apellidos (aunque a veces sin nombres ni apellidos, con apelativos como "el que no era el plomero de Martínez" por ejemplo) que transitan la ciudad de Montevideo a pie, en taxis, colectivos o bien por misteriosos túneles por debajo de la tierra.
3. Lo fragmentario de la trama lo vuelve un libro ideal para leer cuando uno hace caca. Las pequeñas historias no son necesariamente graciosas (muchas sí) pero la forma en que todo está escrito es ingeniosa a más no poder. Insoportablemente ingeniosa en las dosis propuestas, según mi papá. Es verdad que tanto ingenio todo el tiempo hace que las cosas se pierdan en la masa. En fin, yo lo banco. Si alguien tiene un libro de Leo Masliah para prestarme me chifla.
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