domingo, 27 de marzo de 2011

Lo que queda de Auschwitz, de Giorgio Agamben

1.
(...) Mis resentimientos existen para que el delito se convierta en una realidad moral para el criminal, para que quede enfrentado a la verdad de su delito(...) El sentido natural del tiempo tiene efectivamente sus raíces en el proceso fisiológico de cicatrización de las heridas y ha entrado a formar parte de la representación social de la realidad. Precisamente por este motivo, tiene un carácter no sólo extramoral, sino antimoral. Es un derecho y un privilegio del ser humano no mostrarse de acuerdo con todo acontecimiento natural, y, en consecuencia, tampoco con la curación biológica provocada por el tiempo. Lo pasado, pasado está: esta expresión es tan verdadera como contraria a la moral y al espíritu... El hombre moral exige la suspensión del tiempo; en nuestro caso, clavando al malhechor en su fechoría.
(De Un intelectual en Auschwitz, de Jean Améry, citado en Lo que queda de Auschwitz).

2. Agamben es un filósofo italiano contemporáneo (vivo y produciendo). Lo que queda de Auschwitz: El archivo y el testigo (Homo Sacer III) es parte de esta trilogía Homo Sacer en la que el autor intenta demostrar que toda la obra jurídica que se desprende del derecho romano llegando hasta nuestros días considera al hombre como nuda vida, lo que aparentemente significa algo así como "pura vida", "vida y punto", o, en uruguayo, "vida y ta": esto sería la vida considerada como algo que comparten tanto una persona como un insecto, es decir que es una definición del hombre que no incluye las particularidades de los hombres como creadores de -esas mismas leyes, por ejemplo. Esto se los cuento basándome en Internet: en Lo que queda de Auschwitz no se explicita esto nunca y ahora que lo busco en la red de redes lo veo. Se puede relacionar, claro: pero de todas maneras no es el tema del libro y nunca aparece la definición de Homo Sacer en él.

3. El libro estudia principalmente la obra de Levi. Son fuentes Si esto es un hombre, La tregua, Los hundidos y los salvados, un libro que se llama Entrevistas y conversaciones y dos de poesía. Lo que Agamben busca en estas fuentes (y en otras muchas, textos filosóficos de otros autores y testimonios sobre el Holocausto) es, en principio, analizar la figura del testigo.
En un campo, una de las razones que pueden impulsar a un deportado a sobrevivir es convertirse en un testigo.
Para estudiar esto, Agamben apela a una serie de operaciones. Algunas son puramente etimológicas: un embole y en algunos casos una huevada. La etimología permite un rango muy amplio de interpretaciones. Quiero aclarar, por si alguno no me conoce, que no soy un estudiante de filosofía, estudio historia, no leí una gran cantidad de libros de filosofía y mis opiniones van a estar viciadas por esto (y no por lo otro).

4. También cabe aclarar que me allegué a Giorgio como lector de Levi y de literatura holocáustica en general (para más datos ver las reseñas etiquetadas "literatura holocáustica"). Por eso voy a decir que para muchos de los temas de los que habla Agamben, es mejor leer directamente a Levi, en particular en Los hundidos y los salvados. Agamben aporta al cruzar a Levi con otros autores, pero las cuestiones más concluyentes ya están en Los hundidos y los salvados. En muchos aspectos, Lo que queda de Auschwitz (o lo que más me interesó de él) funciona como una serie de comentarios a ese libro. Es así acerca de los temas de dos capítulos del libro de Agamben: el de los "musulmanes" de los campos de concentración (que no son quienes profesan el islamismo sino quienes entran en un estado de total indiferencia y entrega inconsciente a la muerte, según la jerga particular de los campos) y el de la vergüenza de la víctima y del sobreviviente. En particular acerca del segundo, las reflexiones de Agamben me parecieron menos claras y por ende menos verdaderas que las de Levi.

5. Tema palabra Holocausto, que yo en esta reseña estuve escribiendo siempre con mayúscula. Por si alguno no lo sabe aún, probablemente alguno habrá, la palabra "holocausto" es bíblica y se refiere a los sacrificios religiosos de animales que los judíos hacen en la biblia. Es la traducción de la palabra "shoá", así es como aparece en hebreo. Estoy de acuerdo con Agamben en esto:
La formación de un eufemismo, en cuanto supone la sustitución de la expresión propia de algo de lo que no se quiere, en realidad, oír hablar, por una expresión atenuada o alterada, lleva consigo siempre una cierta ambigüedad. Pero, en este caso, la ambigüedad va demasiado lejos. Incluso los judíos se sirven de un eufemismo para indicar el exterminio. Se trata del término shoá, que significa "devastación, catástrofe"(...)
También es cierto que el haberse impuesto una palabra de orden religioso como eufemismo para el exterminio de los judíos europeos (como lo prefiere llamar Hillberg) se vincula con la idea de lo ocurrido en los campos de exterminio como lo inenarrable, lo indecible, aquello que justifica los planos largos de silencio en el famoso documental que no vi ni quiero ver Shoá. Y acá también estoy con Giorgio:
Decir que Auschwitz es "indecible" o "incomprensible" equivale a euphemeîn, a adorarle en silencio, como se hace con un dios; es decir, significa, a pesar de las intenciones que puedan tenerse, contribuir a su gloria.
Never deleuze, yo no quiero volverme tan loco, yo no quiero vestirme de rojo. No me voy a martirizar por usar el término holocausto, ni voy a volver sobre mis pasos en esta reseña para corregir casa una de las veces que lo puse así y encima con mayúsculas. A esta altura el sentido de holocausto es el de referirse a la masacre de judíos y otras minorías en el territorio ocupado por los alemanes nazis y casi ya no el de la biblia. Querer dejar de decir holocausto es, salvando las distancias, como querer erradicar la palabra alumno del vocabulario: ya no tiene el sentido etimológico (sin luz), significa lo que significa. Yo le digo NO al extremismo etimológico.

6. La cita que puse al principio es lo mejor del libro. No me digan que no es buenísima. Posta que venía embolandome bastante y llegué ahí (página 105) y dije, ahora sí, ésto solo garpa el libro. Tendría que leer a Amery ahora.

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