sábado, 19 de mayo de 2012

Yo era una chica moderna, de César Aira

1.
“Las peripecias de la aventura nos habían llevado, a través de los altos y bajos de la noche, al corazón de lo serio, y una vez allí volvíamos a ser las dos chicas que salían un sábado a la noche a buscar el amor y reparar las injusticias de la sociedad.”

Capaz un día César Aira escriba una novela más y diga “Listo, terminé”. Por ahora lleva escritos y publicados más de cincuenta libros y no parece haberse agotado. Descubro que leí, con este, diez de ellos, y si existiera un esbozo de conclusión general (mía) sobre la literatura de César Aira podría ser algo así como “Aira sólo se parece a Aira”. O también, más desde la popular, “Aira es un capo”. Hay quienes –desde el esnobismo – plantean que Aira escribe siempre lo mismo, o que ya no es "original". Tengo dos respuestas simultáneas para darles a estos hipotéticos críticos esnob: sí y no. Sí porque, por un lado, Aira es un estilo en sí mismo (o varios). Y también no, porque una vez que te das cuenta que Aira tiene un estilo tan propio (y no hace falta leer varias novelas para encontrarlo: a lo mejor con una alcanza) y con ese conocimiento disponible tratás de formular hipótesis probables sobre lo que está por venir, es muy posible que te equivoques. Todo puede ser siempre más fantástico, y también más convencional, y también más aleatorio, y también más significativo de lo que pensás. Lo que nos lleva de vuelta a mi segunda conclusión sobre la literatura de César Aira: qué capo.

2.
“De la saga de milagros que constituía nuestra amistad podía esperarse perfectamente que nos encontráramos por casualidad en la disco más chica del mundo.”

Una sinopsis posible y sin spoiler alert: en algún punto de los años noventa, en la noche de una reconocible pero mutante ciudad de Buenos Aires, dos amigas cometen un crimen por despecho y huyen en círculos que las llevan una y otra vez a los mismos lugares: el Bar Lilliput, la calle Florida, Chez Tatave, una estatua de San Martín, la sinagoga engualichada de la calle Libertad.

3.
“Sentíamos el sabor del crimen, que nada iguala en la realidad, ni la droga, ni el sexo, ni las privatizaciones”.

Los noventas es sin duda uno de los temas de la historia, ya desde la campera de cuero azul de la tapa (que nos recuerda la descripción de los noventa del escritor Sebastián Kirzner: colores primarios, frutas, Ritmo de la Noche). La novela está plagada de alusiones a la “movida” de esos años. El otro tema es -como dice en la contratapa- “un interrogante generacional y de género”. La amistad, el amor, la maternidad, la sexualidad, distintos ejes de reflexión atraviesan intempestivos la novela con una óptica tan exacerbadamente femenina (ya desde el título y la frase que abre el texto) que pegan la vuelta: pasan del delirio y la parodia a la seriedad más absoluta. Y decimos “de reflexión” no porque sí: la práctica o el oficio han hecho de Aira un genio de los ritmos, y entonces –por ejemplo – en medio de una encarnizada batalla entre estatuas vivientes y patovicas, puede que la acción se detenga con una párrafo en primera persona sobre la modernidad y el estilo que te abstrae de lo anterior, para casi de inmediato arrojarte como nuevo al fragor absurdo del que te había sacado.

4.
Yo era una chica moderna no es la última novela de César Aira (es de 2004), pero tiene una reedición reciente y muy cuidada por Interzona, con guardas, tinta en dos colores y todos los chiches. Si todavía no la leyeron, no se la pierdan.

5.
Reseña publicada originalmente en Libros del Pasaje.

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