1.
Miraba yo las ruinas de esa casa y me imaginaba allí, con la mayor libertad, familia de dementes, un jovencito de 12 años perdiendo la razón en el empeño de probar la verdad de base de los escritos lovecraftianos...
2.
¡Que viva la música! (1977) es la novela que hizo de caballito de batalla en la incursión comercial que la hoy extinta editorial colombiana Norma desplegó en nuestro mercadillo hace ya cuatro, casi cinco años para introducir a Caicedo en nuestro país. Con prólogo de Fabián Casas (fana del autor, del que habla en uno de sus Ensayos bonsai), tapa linda y psicodélica y MUCHA inserción en la prensa cultural, fue el primero que publicaron justo antes de sacar todos los demás títulos bajo la sub-colección Biblioteca Andrés Caicedo de la colección Verticales de bolsillo. La decisión de empezar por ¡Que viva la música! era obvia: se trata de una de las dos únicas ficciones que Caicedo publicó en vida (la otra es El atravesado), además de la más larga y la más conocida en Colombia (donde, sobre todo en Cali, es un autor del panteón de los jóvenes como acá puede ser Cortázar). Se ve que la incursión tuvo éxito porque mucha gente que conozco tiene este libro, y bastante gente lo leyó (que no es lo mismo).
¡Que viva la música! (1977) es la novela que hizo de caballito de batalla en la incursión comercial que la hoy extinta editorial colombiana Norma desplegó en nuestro mercadillo hace ya cuatro, casi cinco años para introducir a Caicedo en nuestro país. Con prólogo de Fabián Casas (fana del autor, del que habla en uno de sus Ensayos bonsai), tapa linda y psicodélica y MUCHA inserción en la prensa cultural, fue el primero que publicaron justo antes de sacar todos los demás títulos bajo la sub-colección Biblioteca Andrés Caicedo de la colección Verticales de bolsillo. La decisión de empezar por ¡Que viva la música! era obvia: se trata de una de las dos únicas ficciones que Caicedo publicó en vida (la otra es El atravesado), además de la más larga y la más conocida en Colombia (donde, sobre todo en Cali, es un autor del panteón de los jóvenes como acá puede ser Cortázar). Se ve que la incursión tuvo éxito porque mucha gente que conozco tiene este libro, y bastante gente lo leyó (que no es lo mismo).
3.
Como creo ya haber mencionado en el pasado, tengo un problema personal con las obras póstumas o inéditas que dejan de serlo. Si un autor decide no publicar algo, debe ser porque le parece malo. Hay excepciones: no me creo la de Kafka de decirle a su amigo: "Che Max, amigo, vos que medio que pensás que soy Dios, te doy todo esto pero cuando me muera quemalo eh, no se te ocurra publicarlo". Pero, por ejemplo, Fragmentos de un cuaderno manchado de vino, de Carlitos Bukowski, es una bosta y está claro que no había sido pensado para su publicación (los remito a mi reseña).
4.
El caso Caicedo es más parecido al de Kafka. El pibe se suicidó a los 25 años. Hacia el final de ¡Que viva la música! hay una frase que también es el título de un documental de su parce Luis Ospina (que se puede ver en Internet acá): "Si dejas obra, muere tranquilo, confiando en unos pocos buenos amigos". Dicho y hecho, después de su muerte sus amigos se encontraron con un baúl lleno de su voluminosa (voluminosísima para un pibe de 25) obra. Es decir, Caicedo la dejó para que la publiquen. Pero de todos modos, por lo menos de lo que leí yo, lo postumo fue por lejos mucho peor que lo publicado. Como que a todo lo falta una pulida. Los remito a la reseña de Angelitos empantanados.
5.
Y ¡Que viva la música! es un golazo. Viene bien desde el principio, aunque hay que acostumbrarse al slang de Cali, en un momento se pone un poquitín denso pero después remonta y después se pone increíble y toda la última sección se zarpa y no lo podés creer y el final final es con escalofríos y todo. Y la música está buenísima. Recomendación: no esperar a terminarlo para googlear los temas de la lista de discografía que hace de apéndice al final del libro.
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