1.
Hace años que no leía a Michel Houellebecq, que es uno de los más capos entre los contemporáneos más capos del mundo y también es el escritor con el apellido más divertido de tipear de todos. Escribe tan bien, tan alevosamente mejor que la mayoría y aparentemente con tanta cintura económica de lenguaje y energías que bueno, que le puedo decir señora, es un placer. Es tan bueno que no importa que sea de derecha (porque tampoco es TAN de derecha, a mí me resulta tolerable). Recientemente lo vi -le dije qué hacé cómo andá- en una película: El secuestro de Michel Houellebecq, en la que actúa de sí mismo. Mucho tienen que ver las tramas de este libro y de esa película, pero de eso no quiero decir más nada porque es MUCHO MEJOR enterarte mientras la leés. La película me hizo querer más a Houellebecq. Houellebecq Houellebecq Houellebecq.
2.
Hubo un motivo por el que no leí antes El mapa y el territorio: cuando salió, mis lectores amigos y conocidos la hicieron mierda, tanto los que la habían leído y como los que no. Se decía que había empeorado, que ya no estaba bueno, casi exactamente como se dice con las bandas cuando sacan el siguiente disco al que los hizo famosos -como Babasónicos con lo que siguió a Jessico, por ejemplo, o Árbol y Guau, o Los Tipitos y ese disco que salió después de Armando Camaleón, o Bersuit y La argentinidad al palo, o la carrera solista del Indio Solari, o etc. En muchos casos el empeore es un hecho. En este caso era sólo mala onda. El mapa y el territorio es la primera novela de Michel después de su triada de libros increíbles: Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Plataforma. Antes salieron uno de ensayos -El mundo como supermercado-, varios de poesía, también esa novelita mala que es Lanzarote y que no sé por qué no se la mira mucho cuando se habla de la obra de Michel. Pero El mapa era la primera señora novela en mucho tiempo, y bueno, pasó eso. Si tuviera el poder de hacer un ranking diría que El mapa no es mejor que Ampliación ni que Las partículas pero sí que Plataforma.
3.
No hay forma de hacer una breve sinopsis sin spoilers por el modo en que está escrita la novela, así que renuncio a hacerlo. Sólo diré que la cronología de la historia cubre la vida entera de su protagonista, el artista Jed Martin, desde su nacimiento, a fines del siglo XX, hasta su muerte, bien entrado el siglo XXI, es decir lo que por ahora para nosotros es el futuro. Como en Las partículas (y también en Las constelaciones oscuras de Pola Oloixarac) esto hace que poco a poco una novela en principio realista -como los cuadros de Jed Martin- se convierta en una de ciencia ficción, algo que me había maravillado de Las partículas y que encuentro que Houellebecq hace muy bien. Houellebecq -les dije que me gusta tipear su apellido- usa este recurso para bajar línea, dar su opinión sobre a dónde vamos a ir a parar si tal o cual cosa sigue así en nuestro mundo real, y si tengo razón, entonces el futuro bastante bueno de El mapa -en el que Francia se reacomoda exitosamente en la economía mundial cambiando sus producciones en consonancia con "lo que dicta el mercado"- subraya el caracter derechista de Michel, o capitalista, o de espíritu capitalista muy a la Max Weber. Por ahí leí que El mapa y el territorio es una crítica al capitalismo: me pareció lo contrario. El capitalismo funciona marcadamente bien en la novela, en la que de hecho está casi excluido el conflicto social. De todos modos, el capitalismo no es el único tema de la novela, que también baja línea sobre "el arte", claro está, y que también pone en juego prácticas manieristas que son aquellas de las que creo no debemos hablar para no espoilearle nada a La Gente.
4.
Ahora al toque, cuando termine la Campaña de Conquista Brasilera voy a leer Sumisión, en la que parece que Michel hace nuevamente uso del recurso de ir del presente al futuro próximo mediante el seguimiento de una historia de vida, esta vez para ser de derecha en otro sentido, mostrando los males de una Francia islamista. Estoy seguro de que estará bueno.
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