1.
Me cuesta mucho en este blog separar el contenido de un libro de mi experiencia personal con el mismo. Me cuesta y además no tengo por qué hacerlo, así que ni lo intento, en realidad. A veces la relación de unx con el libro (o con el ejemplar) no tiene nada que ver con el contenido, pero seguro que afecta nuestra experiencia como lectorxs. Tengo los dos primeros libros de la saga de la familia Malaussène, de Daniel Pennac, desde hace varios años. Desde 2010, creo. Me los prestó una amiga, Marina Kogan, que además era mi profe de taller literario en ese momento. Ya no recuerdo si me los prestó por algo relacionado con mi escritura o sólo porque le gustaban. Marina falleció el 18 de enero de 2011, a los 28 años de edad, dejándonos a todxs in media res: es terrible la muerte de alguien tan joven. Que yo tenga aún estos dos libros, que llevan su nombre en birome en la esquina inferior derecha de la portada, con los años de adquisición consignados (de este el 2002, del segundo el 2009), es sin duda el menor de los efectos de esa muerte, pero como elemento simbólico fueron (son) muy fuertes para mí. Hace poco, creo que en el contexto global de un mar de cambios en mi vida, decidí que los tenía que leer, para desanudar el entripado, o desbloquear algo, o no sé. Bueno, los leí, creo que estuvo bien. Todavía tengo que leer el cuento de Marina, que está en una antología que me compré en una librería de usados y que nunca me animé a leer.
2.
La felicidad de los ogros es un libro de 1985, una novela policial sui generis con mucho humor negro, y la premisa es así: el protagonista, Benjamin Malaussène, un joven con muchos hermanos menores a su cargo, trabaja de chivo expiatorio en un gran almacén, es decir que se hace cargo de todas las quejas de los clientes de la tienda y llora hasta darles lástima para que la retiren. Entonces, un hombre bomba se inmola en la tienda. Luego siguen otros atentados. Malaussène se convierte en el sospechoso número 1 y deberá resolver el caso para exculparse. Como en toda buena novela policial (esta es buena) hay un montón de minitramas que confluyen en la resolución (muy rebuscada pero coherente) del caso de los atentados en la tienda, pero no abundaré en más detalles. El tipo tiene además una manera de escribir muy literaria, que primero cuesta pero después, pasadas unas páginas, es como un código descifrado, fluye, y genera en lxs lectorxs una suerte de cercanía, como de secreto compartido, que es lindo. Ah, y cuando entrás se lee rapidísimo, con ritmo de best seller (aunque no lo es). Muy recomendado.
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