miércoles, 7 de marzo de 2018

Teatro reunido, de Alejandro Acobino

1.
Hube visto, supe ver, una vez ví Rodando, obra de teatro unipersonal para hombre en silla de ruedas, y me flasheó. El hombre en la silla era Germán Rodríguez, que después se hizo conocido por una publicidad de un banco en la que había una pareja italiana, si mi memoria no me falla. En Rodando, un hombre en silla de ruedas contaba una película, el guion de una película, que además era una road movie. El juego de metatextualidades estaba buenísimo. Luego, otra vez supe ver Absentha, obra que nada que ver con la anterior. Abstentha se trata de un taller de poesía, tres alumnos y un profesor, todos pasados de edad, que se juntan a basurearse los trabajos entre ellos en el aula de un centro cultural venido a menos, hasta que todo se va al carajo. Hasta ahí podría haber estado contando cualquier obra del teatro independiente porteño (estructura: un grupo de personas patéticas, cada vez más patéticas, en un momento todo se va al carajo, griterío -clímax-, se calman y la obra se termina con apagón lento. Te acabo de contar Viejo, solo y puto, todas las obras de Kartún -que lo amo, ojo- y de Tolcachir, y no sé cuántas más). La diferencia con Absentha es que el típico irse al carajo independiente porteño no es el clímax de la obra, sino el fin de una suerte de segundo acto: a partir de ese momento la trama pega un salto copernicano allà Houellebecq (como cuando en H. pasamos del presente al futuro y sus libros se convierten en ciencia ficción, a veces sólo por unas pocas páginas) y todo lo que viene después rompe el horizonte de expectativas del espectador porteño con expectativas.

2.
Alejandro Acobino murió, joven y trágicamente. "Se quitó la vida". Las comparaciones son improcedentes pero este es un blog, casi tierra de nadie, así que qué más da: Alejandro Acobino es al teatro porteño/argentino lo que Fabián Bielinsky al cine argentino. No sólo porque ambos se suicidaron, a una edad similar, sino por la importancia/grado de renovación que sus textos implicaron (teatrales unos, fílmicos otros), teniendo en cuenta la diferencia de escala entre ambas disciplinas y haciendo caso omiso de sus distintos grados de popularidad. Pero como decía yo mismo hace dos oraciones, las comparaciones son improcedentes.

3.
Cuando la muerte de Acobino, parece ser que este libro ya estaba en marcha, una compilación de las cuatro obras que Acobino escribió (Continente viril, Rodando, Hernanito y Absentha) más una serie de anexos que incluyen una entrevista y unos análisis críticos, a los que se agregaron a último momento unos prólogos-homenaje de Dubatti y Fernando Molle. Los textos de las dos que había visto me impactaron como cuando vi las puestas, especialmente Absentha, que es un laburo espectacular. Continente viril, la primera obra grande estrenada de Acobino, que además era una puesta de Los Macocos, sucede en la Antártida: un biólogo idealista debe investigar por qué los pingüinos se están suicidando, pero su trabajo se verá obstruido por los milicos de turno, remanentes del Proceso. La obra pasa de la comedia a lo macabro con mucha cintura. Por su lado, Hernanito ("Pieza industrial para actor ventrílocuo, actor morocho y muñeco de ventriloquía") habla de la crisis, de la explotación, del maltrato familiar y del vínculo entre las clases (es una obra clasista) y si lo del ventrilocuo funcionaba, debía ser espectacular de ver. Me la perdí.

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