martes, 20 de febrero de 2024

Uno no decide lo que ama, de Ignacio Veliz

 1.

Bueno, no me gustó, che. Ya lo sabía a la mitad del libro (largo libro, cerca de las 300 páginas con letra peque) pero lo terminé igual para corroborarlo. Tiene, obvio, rasgos que lo redimen, pero a veces son los mismos que hicieron que no me gustara: algo de la prosa tan barroca y constante (no sé qué palabra usar) es interesante y atrapa, aunque a la vez es insoportable y sofoca (¿por qué las mujeres son las "fems"? ¿quién les dice así? Se entiende que el narrador protagonista, Valentín, pero ¿cuándo? ¿Se supone que es la forma de hablar del Valentín que recuerda? O sea el Valentín que chupa "pija de bebé" (¿no había una expresión más desagradable?) al final de todo (que es el comienzo)?. Esa interpretación hice, pero no me cierra. Lo de las "fems" es un ejemplo, debe haber otros, pero eso de la prosa fue uno de los escollos, como que se me interponía con el relato. 

2.

Después, me parece que la novela tiene dos problemas más o menos objetivos. Uno de contenido, otro de forma. El primero es que es tan, tan cínica, que no deja nada del lado de acá, del lado de la empatía, o sea, digamos. Si fuera cínica y con humor, sería una cosa, pero no tiene humor la novela. Si fuera cínica todo el tiempo -onda Irvine Welsh, se me ocurre- capaz la entendería como eso, y no lo consideraría un problema objetivamente, sino una cuestión más a gusto de cada lector. O sea, si fuera sólo cínica, sería gorila y punto, tipo Pola Oloixarac que, por las dos novelas que leí, es una muy buena gorilona que escribe bárbaro, no me parece que una cosa se oponga a la otra. Pero no. La historia misma se basa en la tragedia íntima que implica para el protagonista haber creído en "el proyecto" y haberse decepcionado de él, haberse vuelto el traidor. Siendo así, aparece el problema objetivo al que me refiero. Y es que la novela por un lado odia a los pobres, y por el otro odia al kirchnerismo. Estoy SEGURO de que el autor negaría que su novela odie a los pobres, igual que Pablo Trapero cree que Elefante Blanco es una película valiosa por su contenido sociopolítico. Los pobres en esta novela son eso que huele mal y se deja acarrear. Los únicos negros cabeza con algo de entidad, con nombre y características, son o  terminan siendo matones, o violines, o similar; y de las mujeres pobres de la novela mejor no hablemos. De nuevo: si fuera PURO CINÍSMO la novela, si fuera Boogie el Aceitoso, o una de Laiseca, o de Osvaldo Lamborghini, bueno, de una. Pero la novela tiene una bajada, y creo haber entendido que no es la bajada de "Casa tomada" o "Las puertas del cielo" de Julio Florencio Cortázar. Así que es un problema.

3.

Amplío: Hay en Uno no decide lo que ama unos resquicios por los que se cuela una intención, que uno tiene que elegir ver, de decir otra cosa, de salvar algo de ese kirchnerismo conurbanense símil La Cámpora o símil no sé qué agrupación que la novela construye. Uno es el título, claro, que además está explicado innecesariamente en uno de los últimos capítulos. Pero más allá del título, hay un ejemplo más fuerte en el capítulo que se titula "Gestión o creación" y que es un diálogo entre Valentín y Gonzalo, donde el protagonista tiene la última palabra (el autor se la concede) y para oponerse a su compañero posibilista y rosquero dice: "Nosotros trabajamos con lo que no hay, si queremos crear otra cosa" (p. 190). Buen capítulo ese, por cierto, aunque sean dos carillas. Si el protagonista piensa así, si es importante contar que en un momento Valentín realmente creía en "el proyecto", ¿por qué todo lo que está en on en la novela es la imagen lanatesca de los doce años de Néstor Carlos y Cristina Elizabeth? Los doce años de kirchnerismo en esta novela son nada más que gente peleando por la caja y el cargo. A riesgo de ser reiterativo: Si fuera la novela de Carrió, sería una cosa, pero está contado tan "desde adentro", es tan el relato "realista" del crecimiento de una célula kirchnerista en el tercer cordón del conurbano bonaerense, que el hecho de que ninguno de los protagonistas en ningún momento haga una reivindicación de nada de lo obrado por Néstor y Cristina, que sólo hablen de los frentes y todo eso, es un problema de la novela.

4.

Que quizás se vincule con el problema de forma que mencionaba en el punto dos: a la novela le faltan escenas, y le sobran explicaciones. En el afán de contar una historia que ocurre a lo largo de más de diez años, y de llenarla de personajes, quedó una novela llena de "en esa época Pirulo solía hacer esto y aquello", con personajes que te los cuentan pero no los ves, no los escuchás. Al principio te dibuja cuatro amigos principales, y hay dos que se desdibujan fuerte incluso aunque termines con mucha "información" sobre ellos: Javier y el Chino. Él único que está bien desarrollado es Gonzalo, pero es un estereotipo. Hasta Valentín está mal desarrollado. Su sexualidad es un re tema del libro (¡en la primera oración está chupando pija!) pero no tiene arco. Y sobre sus ideas políticas no queda claro si hay una transformación, si no la hay, cuáles eran sus valores, si no los tenía en realidad. Nada. Ni siquiera tiene una gran ambición de poder. Ni siquiera ama a nadie. A su mamá, capaz, únicamente. Y volviendo a lo de las escenas, es una lástima, porque las escenas están buenas en muchas ocasiones. Pero no abundan. Casi todo lo importante pasa fuera de campo, es un racconto al principio del capítulo siguiente.

5.

Pido perdón si me equivoco, que me juzgue la historia, mi voto es no positivo, es en contra.

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