1.
Capaz es que esperaba más, pero no me dejó pasmarote la biografía de Silvina Ocampo que escribió la Enríquez. Igual la leí como todo lo de Enríquez, con avidez. Me interesó, pero no me conquistó. Y sobre todo, fueron pocos los momentos donde me pareció que había un diferencial en que la biógrafa de Ocampo fuera Enríquez. Hay un estilo, pero, perdón que lo diga, es el estilo de Leila Guerriero, lo sentí aún antes de encontrar en los agradecimientos su nombre como editora.
2.
Me pareció bastante chismográfica la cosa, también. Y si bien me encantan los chismes, se me hizo largo el tema de los amores (y de los amores de Bioy), y me gustó más cuando se hablaba de literatura.
3.
Resultados: me dio ganas de leer a Silvina Ocampo -ya empecé-, me dio un poco de asco, sumó argumentos a mi interior creencia de que Borges era un un idiota y un mal bicho además, súper incel (re buen escritor etc. etc., siempre hay que aclarar). A Bioy lo sigo queriendo. También me dio ganas de leer más a Bioy, y a todos los amigos trolos de Silvina (Cozarinsky, Wilcock, Puig, et. al.).
4.
Algo interesante de que sea un libro de Enríquez: lo que de los Ocampo trasunta en la familia aristocrática y sectaria de Nuestra parte de noche. Sobre todo el edificio de muchos pisos en una avenida de Buenos Aires en el que vive la familia de Rosario cuando Juan es un adolescente, es igual al edificio de los Ocampo con un piso para cada hija, en el que Silvina tenía dos por gracia de la muerte de su hermana inmediatamente mayor. Eso, pero también la casa de San Isidro, el vínculo de Silvina con la servidumbre. Lo acabo de descubrir (o decidir): Rosario es Silvina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario