1. "Me sentía como una monstruosa reencarnación de Horatio Alger", dice al final del libro. Recién ahora me fijo quién es Horatio Alger, al que Thompson menciona todo el tiempo (las cosas son "muy Horatio Alger") y resulta que ya en otra ocasión lo había buscado. Alger es el escritor que en el siglo XIX se encargó de instalar en los americanos la idea de que un pobre con esfuerzo y trabajo duro puede llegar a ser un hombre feliz de clase media. El llamado mito de Horatio Alger es la versión decimonónica del Sueño Americano.
2. Miedo y asco en Las Vegas no es sólamente un libro sobre drogas: es más bien un libro sobre (contra) el Sueño Americano, con drogas. Eso sí: las drogas tapan el tema principal casi todo el tiempo. Quizás si lo leés en inglés, o si sos yanqui, o si le prestás mucha atención, no te pase lo que a mí, pero si bien noté que había cierta profundidad no pude ni intenté evitar leer la novela como una serie de anécdotas drogonas superficiales en tono de parodia. Probablemente tendría que haber leído a Hunter Thompson en la época en que era joven y leía a Kerouac y a Burroughs, me hubiera gustado mucho más. El tema de los flashes en los libros ya no me resulta atractivo.
3. Otro motivo por el que quizás no lo haya pasado tan bien es que, hasta bien avanzada la lectura, la película es igual al libro. Eso nos hablará muy bien del capo de Terry Gilliam, que pudo adaptar así de fielmente un texto así de difícil, pero bueno, cuando la lees ya sabés todo lo que va a pasar.
4. Una parte está mejor en la película que en el libro: la de Lucy, la loca que pinta a Barbara Streisand. Acá es una parte más, quizás un poquito más densa. En la película me la acuerdo angustiante y desagradable: es decir mucho más potente.
5. Thompson dedica el libro a Bob Dylan por esta canción:
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