sábado, 26 de enero de 2013

El Horla/Bola de Sebo, de Guy de Maupassant

1.
¿Saben por qué lo quise leer? No, no fue por Fabián Casas. Por Casas me lo compré, o me lo robé, ya no me acuerdo (Casas tiene un libro que se llama Horla City). Fue por Funny Games, del capo de Michael Haneke. Por lo menos en el subtitulo que me bajé yo de la versión original (la austríaca de 1997), el malo lindo llama al gordo Bola de Sebo. Me parece que fue una licencia del subtitulador, pero como sea, ese fue el motivo.

2.
Guy de Maupassant es un escritor del siglo XIX, amigo de Flaubert, de la buena vida, de la sífilis, de los bigotes y de otras chanchadas. Y estos dos cuentos son los más conocidos del susodicho. "El Horla" es uno de terror/fantasía con un planteo después muy visto pero no en ese entonces sobre un tipo que se va volviendo loco o no a medida que una serie de hechos paranormales ocurren en su casa. Hay una criatura, a la que llama no sabemos por qué "el Horla", que es invisible y que parece querer cagarle la vida. Curiosamente, en el cuento el Horla es algo muy concreto, pero a la vez una de las lecturas más ricas que creo se pueden hacer del cuento es metafórica, tomar al Horla como un signo de la depresión (Casas). Por el lado concreto de monstruitos, a Lovecraft le gustaba el cuento, y a muchos otros más, como lista wikipedia. Está escrito en primera persona, en formato de diario personal. A mí no me pareció la gran cosa.

3.
El que sí me pareció la gran cosa es el otro cuento, "Bola de Sebo". De estilo naturalista, se trata de un grupo de personas adineradas -de vieja y nueva alcurnia, o de ninguna- que tratan de rajarse de una zona ocupada de Francia hacia otra libre de germanos durante la guerra franco-prusiana que fue en 1871. Bola de Sebo es una prostituta regordeta que viaja en la diligencia con los otros, hombres y mujeres honrados. Como recién había leído "El Horla", y como me había quedado pregnado lo de Funny Games (que no tenía nada que ver al final), no sé por qué pero creí que lo que iba a pasar en el cuento era que cuando se quedaran sin comida los honrados aristrócratas y comerciantes se la iban a comer a la pobre gordita. Bueno, no.

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