1.
En Turín funciona un Cottolengo. Cuando después de la guerra se instauró la democracia en Italia, el Partido Comunista tenía muchos potenciales votantes, casi la mitad del país. Los muchachos de la cristiandad (los democristianos) impulsaron una ley de voto universal, tan universal que hasta votaban los discapacitados del Cottolengo: electorado cautivo de los democristianos. No me queda claro qué peso real podía tener ese dato en la elección, pero simbólicamente es aberrante. La jornada de un escrutador es una novela corta en la que un miembro del Partido Comunista, Amerigo Ormea (Amerigo, Italo, ¿cachaí?) tiene que ir a ser fiscal de mesa (escrutador) en el Cottolengo de Turín, en la elección de 1953.
2.
Como siempre, Calvino no puede ser más crack. A diferencia de otras cosas suyas, esta es un poco más densa de leer, con algunas partes netamente reflexivas, pero al igual que las otras es muy divertida, tiene algunas imágenes increíblemente bellas (el principio, caminando bajo la lluvia en Turín; el campesino y su hijo) y un manejo de las escenas que me saco el sombrero. Dice Calvino que tardó diez años en escribir esta novela (la idea se le ocurrió el 7 de julio de 1953, cuando fue candidato del PC y visitó el Cottolengo de Turín por diez minutos) y que, además del asunto político, trata en ella los temas de la infelicidad natural, el dolor y la responsabilidad de la procreación, temas que nunca se había atrevido a tratar antes. También dice que la novela es de la familia de La nube de smog y de La especulación inmobiliaria (la primera la amo, la segunda aún no tuve el placer).
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