David Byrne (ex cantante de The Talking Heads, solista hace mucho, uno de mis músicos favoritos sin dudas) recopiló en 2009 anotaciones de viajes que había hecho recientemente, casi siempre para tocar, todas ciudades a las que llega con su bici plegable. A priori yo creía que era un poco como el libro de Murakami de las maratones (no lo leí), pero sobre la bici. Bueno, no. Se trata mucho menos del asunto de las bicicletas de lo que yo creía. Resulta que David es un militante de la bici, el libro no deja de tener un prólogo y un epílogo en los que aboga por las ciudades pensadas para la bici, en el primero hablando de urbanismo y bardeando a Le Corbusier por su Ciudad Radiante y a Robert Moses, el culpable de las autopistas en Nueva York, y después en el epílogo, en el que habla de sus emprendimientos como militante de la bici y en particular de un evento que organizó para promover las ideas urbanísticas pro-bici que toma de un tal Enrique Peñalosa, ex alcalde de Bogotá, y de lo que éste hizo en esa ciudad (y que aparentemente primero habría sido hecho por otro señor en Curitiba, a otra escala. Léase metrobuses). Salvo por estos dos capítulos, el cuerpo del libro (que es bastante largo, aunque se lee muy rápido y está lleno de fotos, yo lo leí íntegramente en un par de viajes largos en el tren a Ramos Mejía) trata sobre todo de las ciudades que visita David, la historia de esos lugares, las costumbres, la música, y en menor medida las cosas que hace él ahí, y la bici aparece muy de vez en cuando (y no en todos los capítulos).
2.
Entonces, en resumen, el libro es un compendio, hilado por viajes, de las cosas que piensa David sobre las cosas. Por ejemplo, en el capítulo sobre San Francisco, una visita a Silicon Valey lo lleva a reflexionar sobre las innovaciones tecnológicas y el espíritu emprendedor (es un capítulo bastante stevejobsiano), y más tarde al asistir a una muestra de artistas con problemas mentales se pregunta qué es el arte:
Para mí, una mancha en la acera o una masa informe de material aislante puede contener un valor estético comparable al de algunas obras de Franz West, por ejemplo. Tan sólo resulta que una está en la sala de un museo y la otra se suele encontrar en un solar abandonado. Me temo que mi definición de lo que es buen arte es bastante extensa, y no está determinada por la biografía de su creador. A veces, para mí, el arte ni siquiera necesita un autor. No me importa quién o qué lo ha hecho. Para mí, el arte ocurre entre la cosa -cualquier cosa- y la mirada (o la mente) del espectador. Quién o qué lo hizo es irrelevante. No necesito ver el currículum para que me guste.Los capítulos: "Ciudades norteamericanas" (donde el tema recurrente es el de la crisis económica y su impacto en el urbanismo -acá sí relacionado con las posibilidades de la bicicleta), "Berlín", "Estambul", "Buenos Aires", "Manila", "Sidney", "Londres", "San Fracisco" y "Nueva York". Me gustaron mucho los de Estambul y Manila, básicamente porque no sé nada sobre esas sociedades. En el capítulo sobre Manila, el viaje de David a Filipinas es parte de su investigación para lo que luego sería el musical y disco con Fat Boy Slim, Here Lies Love, que es la historia de Imelda Marcos, hoy viuda del ex presidente/dictador filipino Ferdinand Marcos. Este capítulo de este libro es todo lo que sé sobre la historia de Filipinas.
3.
Tema aparte es el capítulo sobre Buenos Aires. Una buena opción es agarrar el libro en la librería y leerse el capítulo de Buenos Aires de dorapa (capaz sean necesarias dos lecturas de dorapa para terminarlo), porque es muy divertido. Asombrosamente, empieza hablando de los afroargentinos. Transcribo:
Buenos Aires está emplazada lo bastante al sur como para ocupar la zona templada que separa esta ciudad -y Santiago de Chile, justo al otro lado de los Andes- de sus vecinos tropicales, un poco más al norte. Hay también enormes diferencias psicológicas: los argentinos tienden a considerarse más europeos, y por consiguiente más sofisticados, que sus vecinos brasileños. Naturalmente, ¡ejem!, los músicos y otros tipos de artistas no comparten una actitud tan esnob como esa, pero, en general, es una pauta que se percibe y se observa tanto en la arquitectura como en la cocina y la forma de vestir.O sea, no David, no desaparecieron, leé está reseña, pero por lo demás tiene toda la razón.
A pesar de que tanto en el sur de Brasil como en Argentina se asentaron sucesivas oleadas de italianos y alemanes, entre otros, los argentinos probablemente negarán que haya elementos africanos que conformen su cultura, mientras que en Brasil, más al norte, tales elementos siguen siendo claros y visibles, y en muchas ocasiones los brasileños se enorgullecen de su sangre y su cultura africanas. En Argentina, los africanos prácticamente han desaparecido, pero lo cierto es que su influencia permanece, camuflada y negada, aunque intacta.
Lo siguiente que dice también me asombra:
podría contar con los dedos de una mano el número de gente del lugar que vi circulando en bicicleta.Y luego se pregunta porque en Buenos Aires nadie anda en bici. ¿Qué raro, no?
Otros temas: las repercusiones del New Wave en Buenos Aires (Los Fabulosos Cadillacs y Los Auténticos Decadentes), Mercedes Sosa, Charly García, el cementerio de la Recoleta, una muestra en el Malba, San Cayetano, Leon Gieco, el Palacio de Aguas, la noche de Buenos Aires (¿están todos duros?), el "aburguesamiento" de Palermo, hablar al vesre, perritos, Juana Molina, la compañera Cristina, entre otros temas apasionantes.
4.
Es re libro de vacaciones.
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