1.
Voy tan retrasado con las reseñas que hoy es 2 de enero y este libro lo terminé de leer el 11 de mayo (!). Es una catástrofe, una desgracia, es el acabose. Pero RESISTIRSE ES FÚTIL ® se debe a su público inexistente, y yo me manejo mejor con deadlines, así que voy a tratar (voy a tratar) de entregar al ciberespacio las 29 reseñas acumuladas en el pozo vacante de este gordo de navidark con cara de dos mil dieciocho antes de que nos volvamos calabazas el mes dos de dos mil diecinueve.
2.
De Pablo Pérez la estadística me arroja que vengo leyendo un libro por año. En 2016 leí Un año sin amor, novela/diario en la que se basó Anahí Berneri para filmar su ópera prima, esa que me calentó tanto en mi juventud temprana. En 2017 leí El mendigo chupapija, a la respectiva reseña les remito. Y ahora en 2018 (ahora pero hace unos meses, hoy es 24 de diciembre) me zampé esta novela epistolar intitulada Querido Nicolás, editorial Blatt y Ríos, 268 páginas, 2016. Me acuerdo que en esa época borrosa de mi vida, mayo del 2018, yo estaba trabajando de encuestador en el partido de San Miguel, me ponía camisas a cuadros y me tomaba el tren San Martín, leía a Pablo Pérez y me hacía videoselfies en Instagram. Qué tiempos aquellos.
3.
Ya no sé qué es ficción y qué es realidad, pero esta novela empieza con una dedicatoria al querido Nicolás, por haber conservado estas cartas. Así que puede que todo sea cierto, o puede que no. Querido Nicolás consiste en una colección de cartas, todas escritas por Pablo Pérez (o un ficticio Pablo Pérez, que en todo caso es el mismo personaje de Un año sin amor) en París entre 1989 y 1992, y todas remitidas a su querido Nicolás en Argentina. El Pablo del libro viaja a París, sin un plan prefijado más que encontrarse con un amor, y se termina quedando, renuente a volver a la Buenas Aires de la hiperinflación. Se queda en París, que más luego será Madrid, buscando trabajos, viviendo en buhardillas, cojiendo con muchachos y escribiendo.
4.
Es un libro muy hermoso. El género epistolar, que en este caso es epistolar unilateral, le otorga al narrador la libertad de dejar historias inconclusas, temas en el aire, intrigas sin resolver, así como también de saltar de tiempo y espacio, de épocas en que el protagonista cuenta sus penurias a súbitas épocas de buena fortuna en el dinero y en el amor, sin puntos de quiebre o de giro como hay en la literatura o el cine pero no en la vida real de la realidad real. Por momentos recuerda a La montaña mágica, en las largas estancias hospitalarias del protagonista, en el tono de bildungsroman de toda la novela. Por momentos se vuelve cotidianista. Y por momentos se vuelve mega sexual y excitante, como en el episodio del peruano, uno para el recuerdo.
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