1.
Este me lo prestó Beladrich. Hola, Beladrich.
2.
"Uff...", exclamé-resoplé, varias veces, al final de varios capítulos.
3.
Abro la reseña de La Nación y lo primero que veo es un espoiler. No abran la reseña de La Nación. Si bien claro que sobrevive a los espoilers, es un libro muy espoileable este. Tiene una estructura con cierto suspenso, que además se reproduce (la estructura) al interior de algunos de los capítulos en los que el remate da sentido a lo narrado. Curiosa estructura para una novela que indudablemente podemos clasificar como romántica o "de amor". Una novela amorosa (se me ocurren dos en las antípodas, aunque igual de maricas, Werther y Sobre garotos que beijam garotos) invariablemente contempla el arco narrativo de una relación amorosa, que es predecible como una película de Marvel, y sin embargo tenemos tantos recursos en la Viña del Señor para jugar con esa estructura como estrellas en el firmamento. Julián López utiliza un par.
4.
Y hace un par de cosas bien, Julián López, que ubican a La ilusión de los mamíferos bastante arriba en mi ranking personal del 2019 (llegando aparentemente tan sólo un año tarde al fenómeno). Por un lado, la estructura, ya mencionada. El tiempo está reordenado, vaya novedad, pero además los capítulos cambian de velocidades, algunos son un continuo de días o de horas, mientras otros tienen un presente de la narración casi cinematográfico, pornográfico. La historia es sencilla y cruda y a la vez tiene sus recovecos, sus brillos puntuales. Y sobre todo, la prosa. Qué bien que escribe el hijo de su santa madre. Cierro con una cita que me hace cosas:
Salimos a caminar; aunque nuestra primera escala fue el balcón, nos pusimos las camperas, yo elegí la tuya para abrigarme el doble, nunca se gasta ese truco, nunca se termina de colar la tibieza y siempre queda algo del aire alrededor, algo del cuerpo inmaterial, el otro como una idea que basta para hacer frente al frío.
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