1.
Es muy linda la ciencia ficción vieja. Juan Raro (Odd John, en su título original) es una novela británica de 1935, o sea de entreguerras y en el país menos dispuesto a entrar en la guerra que ya era obvio en ese año que se venía, Hitler lo estaba gritando a los cuatro vientos y los británicos no se querían dar por enterados. En fin. Decía que es linda la ciencia ficción vieja, pre-televisión, computadoras, drones y tamagotchis. De chico (habré tenido 12 años a lo mucho) supe leer Sirio (1944) de este mismo autor, de esta misma editorial, en un ejemplar que supo ser de mi padre en su propia juventud. O sea un ejemplar con las tapas sueltas, las hojas comprometidas, lo que le pasa a los libros muy leídos y en especial a los libros de Minotauro muy leídos. Sirio se trata de un perro evolucionado, un perro inteligente. Sólo me acuerdo eso, y que se llamaba Sirio por la estrella, que es la más cercana a nuestro sistema solar. Juan Raro también se trata de la evolución, pero como en Más que humano (1953) del norteamericano Theodore Sturgeon, en este caso se trata de la evolución de la humanidad. Yo no sé si estos muchachos habían leído mal a Darwin, o era lo que se entendía en ese entonces, pero la idea científica detrás de todas estas novelas es la del salto evolutivo: un día de pronto nace un individuo de una especie (perro, humano) que tiene capacidades nuevas y que anuncia el destino de sus congéneres. De un día para el otro, nacen humanos un escalón más arriba que los Homo Sapiens Sapiens. Exactamente como los mutantes de los X-Men (Stan Lee y Jack Kirby, 1963). El temita es, claro, que los homo sapiens sapiens son bastante forros con lxs distintxs (no sé si sabían). Así que a los más que humanos, a los juanes raros y a los perros inteligentes siempre se les complica instalarse en su lugar de la evolución.
2.
Juan Raro está estructurada en forma de biografía y narrada en tercera persona por un testigo, en la tradición británica del genio allà Sherlock Holmes y su escudero menos inteligente allà Dr. Watson. El Watson en cuestión, alterego de Olaf Stapledon, se propone contar la historia de Juan Raro para que su muerte no haya sido en vano, como nos adelanta en la introducción. En cada capítulo Juan va creciendo y conociendo todo lo cognoscible (es un relato muy positivista), y luego, como Jesús, se retira al desierto y vuelve con una misión para salvar a la humanidad. No les voy a contar mucho más pero a la humanidad no le gusta que la salven. La novela es linda, un poco racista -como la época, y más por positivista que por ganas de ser racista, aunque la parte en que encuentran al africano negro y pelirrojo uno se imagina a Olaf teniendo arcadas mientras lo describe- y un poco predecible pero bastante disfrutable. Igual no es lo mejor que se puede encontrar en ciencia ficción vieja. Les dejo un besito.
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