1.
Este es un libro muy archi conocido, muy archi vendido, algo así como un best seller, que podríamos encajetar en el género del ensayo y que aborda el tema de la lectura y lxs adolescentes. Cuando yo laburaba en la biblioteca de una escuela privada y judía de gran porte, este libro salía mucho entre les profes. Pennac era docente (no en la escuela en la que trabajaba yo, en otra, en otro país y en otro siglo), y escribió un libro sobre porqué la educación secundaria (el Liceo, en Francia) genera o generaba en lxs alumnxs el rechazo, o el miedo liso y llano, a los libros: porqué sucedía así, y cómo remediarlo. Todo esto -la escritura de este libro, lxs alumnxs de lxs que habla y también la escuela a la que se refiere- han quedado en el pasado, en una época sin celulares, ni computadoras ni World Wide Web. Creo, sin embargo que no deja de estar en línea (on-line) con lo que sigue pasando hoy por hoy.
2.
De todas maneras, lo mejor del libro es que está muy pero muy bien escrito, muy bien llevado. Se lee, realmente, "como una novela" (esta frase debe estar en todas las reseñas sobre este libro; y bueno, qué se le va a hacer). Yo venía de leer a Pennac en ficción (La felicidad de los ogros, El hada carabina) y es muy grosso: en este otro género no se ha quedado atrás. En esta época de pandemia y aislamiento social empecé dos libros suyos a la vez, muy parecidos entre sí: este, y Mal de escuela, que terminaré en algún momento de mi vida, o no.
3.
Dos citas que me hablan a mí directamente. Una por la negativa, en relación con este blog:
¿La lectura, acto de comunicación? ¡Otra graciosa broma de los comentaristas! Lo que leemos, lo callamos. Las más de las veces conservamos el placer del libro leído en el secreto de nuestra celosía. Bien porque no vemos en él nada que decir, bien porque, antes de poder decir una palabra, tenemos que dejar que el tiempo efectúe su delicioso trabajo de destilación. Ese silencio es la garantía de nuestra intimidad.
Y otra que me gustó porque sí, chiquita y fuera de contexto:
La ficha individual, al igual que el diario íntimo, prefiere la autocrítica: uno se ensombrece instintivamente.
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