martes, 13 de octubre de 2020

Una curiosidad nueva, de Santiago Nader

 1.

Xavier Dolan, homosexual canadiense multipropósito del cine que es famoso sobre todo por haber arrancado su filmografía muy joven, preguntó una vez en una entrevista y en tono de queja que cuándo su juventud iba a dejar de ser un dato, en qué momento el periodismo le iba a dejar de preguntar por ese tema cuando estaba presentando una película, que en ese caso creo que era su tercera (y para muchxs la mejor, Laurance Anyways, 2012), escrita, dirigida ¡y editada! por Dolan a sus 24 años, que es la edad en la que Alejandro Magno conquistó el mundo y en la que yo pensé en pasarme de Puán al IUNA. Aunque Dolan es insoportable (mírenlo en entrevistas en Youtube para comprobarlo), creo que su pregunta es atendible. ¿Importa la edad de alguien para juzgar su obra? Yo digo que sí: aunque no siempre el dato tenga que llevar a la misma conclusión. Por ejemplo, ¿a qué conclusiones llegamos, mis querides lectorxs, con el dato de que Bukowski escribió su primera novela, Cartero, a los 50? A mí es un dato que me consuela siempre, hasta que cumpla 50 me va a consolar. ¿Y con el hecho de que Bajar es lo peor de la Enríquez se publicó a los 21 de la susodicha? Yo, creo que si la corrige ahora la mejora. No así Bret Easton Ellis, por ejemplo, que pegó el batacazo a los veinte con Menos que cero y no sé si lo podría haber escrito con otra edad. De hecho pasó de escribir novelitas breves y lacónicas al barroco de American Psycho y de ahí creo que no volvió. 

2.

Cuestión que mi amiga, el jóven escritor tucumano Santi Nader acaba de publicar hace poco meses, en medio de esta pandemia de mierda, su primer libro de cuentos, con jovencísimos 23 años, y es una bomba. Abre con una cita súper emo que viene muy a cuento, del forro de Esteban Trabajos [Steve Jobs]: "Ahora mismo, lo nuevo son ustedes. Pero un día no muy lejano, gradualmente ustedes serán viejos. Y serán eliminados. Siento ser tan dramático, pero es muy cierto".

3.

Lo que sigue a la cita de Jobs son doce cuentos, uno mejor que el otro. No sé cuál mejor que cuál, pero mi sensación fue de asombro ante cada nuevo pico. Pensándolo ahora, hay uno que los supera a todos, "Damu", que no entiendo cómo se le ocurrió, directamente. De ese no les quiero ni adelantar la trama, porque mejor lean, pero tiene amor, homoerotismo, bullying, una trikini y una especie de transmigración de las almas. El otro que está ahí cabeza a cabeza, pero es más raro, es "Morir de dolor". Quizás en un voto del público ganaría "Damu", pero "Morir de dolor" tiene una cosa con el ritmo que es para sacarse el sombrero (o la kipá). Empieza instalando un estado de situación laxo ("Bárbara y Bebu son mis mejores amigas ever. Ahora estamos en Sudáfrica de viaje de egresados o algo así. Nos vinimos a instalar un mes entero a un campus regio...") y de a poco nos va llevando a una escena puntual, con el tiempo detenido, por demás extraña, hipnótica, hot, inesperada y a la vez verosímil gracias al teje que es el cuento mismo, una maquinita hecha para llegar a ese final. No sé si he sido claro. Esos dos fueron mis favs. 

4.

Todo el promedio del libro es altísimo, de todos modos. De los doce, diría que sólo se lo bajan un poco los cuatro finales, y me imagino que el editor tuvo un criterio similar al mío poniéndolos al fondo porque si bien están buenos, no alcanzan las alturas de los mencionados, o de los primeros tres ("Una curiosidad nueva", "Modelo de Naciones Unidas" y "Más cool que el tuyo", mucho Etgar Keret hubo ahí, bien aprendido), o de "La pluvisilvia", o etc. A la vez, a pesar de lo que digo del promedio, me copó la situación medio El bigote de Càrrere en "Gauchos work the land" (pero me faltó algo más) (algo de eso hay también en "Todos los Kogan"), y "Alevines" es un flash, pero quizás por acumulación de efecto y su puesto en el índice me pegó menos. Ese cuento, "Alevines", tiene unos párrafos autoconscientes medio vómito que me encantaron, y que cito a continuación para cerrar esta reseña no sin antes recomendarles a todes encarecidamente que lean a Santi Nader y despedirme con un cordial shalom:

Yo camino convencido de que aquí será el lugar en el que encuentre el sombrerito que preciso para ser cool, quiero un piluso de esos de moda, es que vi que ahora todos los putitos neo-estupendos los llevan puestos, y mis crisis son pequeñas pero existen, no pondré a inventarme un mundo de problemas que no es mío, o no me tocan, de momento me preocupa no tener un sombrerito así, piluso, y eso es causa suficiente para hablar de ello en un cuento, aunque a veces me parece que, al narrar, hago un esfuerzo innecesario de inventar un universo recargado de excesivos privilegios, nada más para evitar andar contando cosas de mi vida.

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