1.
Este libro es la definición del ítem de mesa de saldo, y lo compré para comprar otro que si lo adquiría solo, me salía más caro que con otros dos. Sin embargo, lo leí. No es malísimo. Hay chistes muy buenos. No todos. Algunos. También hay machismo explícito y algunas boludeces.
2.
Igual, lo más cringe de todo, como decimos ahora los jóvenes casi cuarentones, es que entre capítulo y capítulo vaya uno a saber por qué o a quién se le ocurrió, Moldavsky o su editor convocaron a diversas figuras del espectáculo a escribir sus panegíricos de tres o cuatro carillas de la figura de Roberto Moldavsky. O sea, tenés NUEVE (9) personas que dicen lo capo y buena persona y gracioso que es Moldavsky, incluidos sus dos hijos, Gustavo Yankelevich, el finado Rozín, Fernando Bravo, Weinraich... ¡Alfredo Zaiat! Es raro e incómodo. ¿Quizás buscaba lograr un efecto de humor onda The Office?
3.
Estoy siendo malo igual, porque me reí. El último chiste es muy bueno:
Un abogado paisano tiene un juicio multimillonario y el día del juicio se queda dormido. Llega tarde a Tribunales, no tiene dónde estacionar y empieza a implorar:
-Ay, Dios, yo nunca te pido nada, dame un lugar para estacionar, por favor... Te prometo que no me acuesto más con mi secretaria, y facturo todo, desde mañana facturo todo...
Y entonces se va un auto, estaciona, y dice:
-No, no, dejá, ya conseguí.
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