1.
¿Cuál es tu récord de tiempo máximo entre haber adquirido un libro y haberlo leído? Este tomito de cuentos de Dahl en forma de Compactos Anagrama azul eléctrico debía andar por los quince años, fácil, capaz dieciséis. No puedo recordar si me lo compré en 2006 o 2009 en España, o si me lo robé del gift shop del museo Picasso en enero de 2005, o pensé en robarlo pero al final lo compré, o si... MOMENTO. Hace muchos muchos años, en una galaxia muy muy lejana, cuando los blogs eran la onda y yo escribía (no como ahora, esto no cuenta), hice un posteo sobre robar, en el que quizás hablé de este libro. Voy a mi viejo blog. Encuentro el posteo. Es del 14 de febrero de 2008 (se cumplieron, ayer, dieciséis años, la puta madre). Aquí el fragmento con la data histórica:
(...) Un lomo de color con una barra negra en el medio, un apellido y un título. Y otro. Y otro. Había encontrando los libros de la Editorial Anagrama. Los precios: 6 euros, 7 euros, 8 euros con cincuenta. Agarré uno, Lanzarote de Houllebecq, dispuesto a comprarlo. Pero entonces, encontré más, y más. Agarré Espera a la primavera, Bandini de Fante. Y Pulp de Carlos Bukowski. Pensé en robármelos todos. Finalmente agarré uno más, Historias extraordinarias de Dahl. Si me robaba cuatro, y me agarraban, iba preso en vida y después al infierno cuando muriese. Pero no podía pagar todo eso.
El plan del robo era simple, y estaba seguro de que funcionaría salvo por un ítem. Yo quería salir caminando, con los libros en la mano. Qué mejor forma de robar que en actitud de viandante inocente. No es un concepto mío, lo sé, pero que es cierto es cierto. Pero no sabía si sonaban. Siempre sospecho que no, si a la ropa le ponen todo ese coso grande que hay que sacar con una máquina especial, es obvio que las etiquetas con un código de barras no suenan. Pero, nunca se sabe. A qué arriesgarse, cuatro libros es mucho. Decidí que lo decidiera el destino. Fui a la cajera y le pregunté "¿Se puede pagar abajo?". Si la respuesta era sí, bajaba con los libros y me iba caminando. La respuesta fue no. Quedé atontado. Todavía no había decidido si quería robarlos, pagarlos, dejarlos o quedarme a vivir en El Corte Inglés, cuando otra cajera me dice "¿Me acompañás?". Ya no tenía escapatoria. No necesitaba ninguno de esos libros, pero a la vez sí. Y si pagaba por todos, más allá del dolor de bolsillo, me iba a pesar en la conciencia (sí, así y no al revés). Le entregué tres, todos menos el de Houllebecq, más el Ásterix. El restante quedó en mi mano. "Son 30 euros" "¿30 euros justo?" "Le has pegado, 30 justo". Pagué con una mano, mientras con la otra sostenía el librito celeste. Me da una bolsa, me da el ticket, me da las gracias.
Mientras bajo por las escaleras mecánicas el único tramo que me separa de la calle, meto el libro impago con los libros legalmente adquiridos y con el ticket en la bolsa. Los pasos que di hasta la calle, aunque comunes a la vista de la gente, fueron pesados y reflexivos. Vi la línea de meta entre las dos columnas que activarían la alarma. Estaba jugado. Cinco pasos, película de un futuro cercano humillante, repleto de explicaciones y gallegos enojados, y tal vez algún madero y una multa, un paso, CLIMAX,
salida sin complicaciones, cigarrillo triunfal en la puerta de El Corte Inglés, pensando en el próximo golpe,
en pilas y pilas de libros de colores.
Así que, en resumen, me compré el libro en El Corte Inglés, en 2008, lo pagué 6 euros, y nunca lo leí. (Los de Houellebecq y Bukowski los leí al toque, el de Fante nunca lo leí y eventualmente lo vendí por Internet durante la mala del macrismo)
2.
Lo más raro es que me encanta Roald Dahl: libro suyo que tengo a mano va a parar al asador (figurativo). En inglés o castellano (circula mucho en inglés), infantil o no tanto, como cuando leí sus memorias de niñato, Boy, prestado por la gran Iael Raij oriunda de Montevideo. Sin ir más lejos, en este blog hay cinco libros suyos reseñados por este reseñista, y con este ya son seis. Entonces, ¿por qué no leí antes Historias extraordinarias? Tengo la sospecha de que alguna vez lo empecé pero me abataté, me inventé que era medio aburrido, o alguien me dijo que era medio aburrido. Lo peor, LO PEOR, el castigo merecido por tamaño abatatamiento, fue también el motivo por el que finalmente lo leí. Resulta que Netflix le dio plata a Wes Anderson (viejo conocido de las adaptaciones de Dahl, hizo Fantastic Mr. Fox hace una década y pico) para que adaptara cuatro cuentos del británico escandinavo este a cuatro cortometrajes que me entero existen porque le gustaron a mi mamá. No va que miro uno (La maravillosa historia de Henry Sugar), miro otro (El cisne, excelente) y redepente me acuerdo de este librito. ¿Estarán estos cuentos? Me pregunto. Y antes de seguir mirando, me aprompicuo a la biblioteca donde constato, consternado, que sí, que no solo están sino que los otros dos que aún no vi, no están. Estos sí, los otros no. Me autoespoilié los cuentos, so cretino. Igual los cortos están muy bien.
3.
En fin, no es tan grave, tampoco es que se dejan de disfrutan por conocer su trama. Agarré el libro y lo devoré. El compendio, que en inglés lleva el título original del cuento más largo (The Wonderful Story of Henry Sugar, si se lo dejaban no me pasaba lo que me pasó) incluye: un par de cuentos propiamente dichos, una especie de crónica periodística, y como frutilla del postre un texto intitulado "Racha de suerte: cómo me hice escritor" que es un poco memoria, un poco consejos, y un poco un cuento que además, conduce a otro cuento, que cierra el libro. Se llama "Pan comido" y es el primer cuento que publicó Roald en su vida. El mejor cuento es "El cisne", tremendo, violencia infantil y magia, piña en la cara. El del título original también está buenísimo, pero es tan largo y tiene tantos recovecos que casi diría que es una novela corta. Hermosísimo el juego de relato enmarcado que tiene (el cuento de Henry Sugar, que está leyendo el cuadrno del doctor Cartwright, que está transcribiendo el relato de Imhrat Khan) y cómo se desenvuelven.
4.
Una adenda: mientras leía este, o justo después, leí un cuento de Dahl en inglés, "The Magic Finger", publicado como un librito con ilustraciones del gran Quentin Blake. Como siempre, no se anda con chiquitas, tiene muerte y destrucción y aunque termina bien nada vuelve a ser como antes. ¿Sería vegetariano, Dahl? Porque es un cuento anti-caza y casi casi anti especista.