jueves, 21 de abril de 2016

La historia de Lisey, de Stephen King

1.
Segundo libro de Stephen que leo (pero trigesimocuarto en su catarata de títulos), La historia de Lisey (2006) es un socotroco de 600 páginas que se lee en modo droga, compulsivamente, como imagino que todos los libros de él. El señor este sí que conoce los vericuetos del oficio. Va de una viuda joven, doña Lisa Debusher, viuda de Scott Landon, escritor de best sellers de terror que se hizo millonario y se murió, dejándole los millones a ella. Con gran maestría (este va a ser el eje de esta reseña: qué bien que escribe este tipo, cómo maneja los tiempos, cómo maneja al lector), King cuenta la historia de Lisey, que comienza dos años después de la muerte de Scott, cuando un académico de una Universidad viene a pedirle agresivamente que revise los papeles de su marido en busca de novelas ineditas y cosas así, el mismo día que la hermana mayor de ella tiene un episodio de automutilación. De ahí en más, Lisey va tratando de hacerse cargo de los dos problemas, que empeoran con el correr de las páginas, mientras revive en flashbacks alucinatorios episodios de su vida pasada con Scott, que parece haber dejado todo listo antes de su muerte para ayudar a Lisey desde el más allá. Es inevitable pensar que hay un paralelismo entre Landon y King, lo cual habla muy mal o muy bien de la autoestima de King (porque Landon es una especie de superhéroe, un ser infalible aquejado por sus monstruos interiores, en el que todo lo malo es culpa de su infancia, o de sus genes: King como un ser puro), lo que permite leer muchos párrafos en los que Landon habla de la escritura como opiniones reales de King. En particular, es interesante el momento en que Landon (o sea King) plantea su visión de la literatura: no hay que escribir para los críticos, sino para los lectores, que leen en el avión, en el baño, en las salas de espera o los domingos en sus casas. Ayer vi el documental Hitchcock/Truffaut (Kent Jones, 2015), sobre el libro de Truffaut en el que entrevistó a Hitchcock (El cine según Hitchcock, recomendadísimo, un clásico en las escuelas de cine) buscando otorgarle el lugar de autor que la crítica internacional le vedaba por considerarlo tan solo un "entretenedor". Hitchcock dice en ese documental (y en el libro) algo parecido con respecto al cine: los directores tienden a olvidarse de los espectadores, cuando para él lo único importante era conseguir generar en el público sentimientos, emociones. Dice Hitchcock que con Psicosis consiguió que ya fuera vista en Japón, en Estados Unidos o en Finlandia, todos los públicos iban a gritar en el mismo momento. Bueno, eso, Hitchcock, King.

2.
Una falla en el libro tal vez sea el hecho que desde el comienzo del tercer acto ya no temés por la vida de ninguno de tus personajes principales. Scott es una especie de fantasma superhéroe que habita el incosciente de Lisey, y Lisey además es una heroína de cuidado, por lo que ya nada parece que le vaya a salir mal. Cuando iba por esa parte y tuve ese pensamiento, me acordé de Cementerio de animales, el otro libro que leí de King, en el que las cosas se desencadenan para el lado del horror de un modo bastante violento, y pensé que a lo mejor me equivocaba y al final había una sorpresa tipo Boda Roja, pero sólo fue ese recuerdo el que me hizo dudar un momento. La estructura clásica vence, diluyendo un poco la fuerza de la novela. Igual King es un maestro y hasta me emocioné un poquito -lágrima- con nuestros dos héroes indestructibles (el muerto y la viva) al final de la carta que éste le deja debajo del árbol de la campana (no espoilié nada).

3.
Parece que King dice que esta es su novela que más le gusta. A mí me gustó Pet Semetary.

martes, 5 de abril de 2016

Iosi, el espía arrepentido, de Miriam Lewin y Horacio Lutzky

1.
Resulta que en los años '80, a alguien en la Policía Federal le pareció que era necesario infiltrar la comunidad judía argentina para descubrir y desbaratar la conspiración por la cual la judería internacional pensaba apropiarse de la Patagonia a través del llamado Plan Andinia. O sea, en fecha tan avanzada como 1985, había gente con poder en la PF que creía en una historia de corte antisemita tan berreta como la del Plan Andinia, tanto como para infiltrar un agente. Esto son hechos reales, y si fuera sólo eso ya sería interesante de por sí. Pero la historia de Iosi, o José Pérez, supuestamente nombre real del infiltrado, no se queda en eso solo. Tiene una serie de giros inesperados. Primero: Iosi sigue infiltrado hasta bien avanzada la década del '90. Estuvo infiltrado tantos años que pasó a ser un miembro activo e importante de la comunidad: fue jefe de Bitajón (seguridad) de Tzavta, el centro comunitario del judaísmo humanista y del movimiento juvenil sionista más a la izquierda del espectro, Hashomer Atzair, y hasta fue miembro en un momento de la mesa de la Organización Sionista Argentina. Incluso se casó con una chica judía. Básicamente, si le creemos (porque ese es el problema principal del libro, la fuente es Iosi y Iosi se pinta como un hombre honesto porque cómo habría de ser de otra manera), se volvió judío. Aparecen en el libro los nombres de varias personas, padres de amigos míos, que en los noventa tenían algún rol en alguna institución comunitaria. Segundo: Iosi cree que su trabajo fue la base del atentado a la AMIA de 1994, y quizás también del de la Embajada de Israel de 1992. Por lo que cuenta, y porque no tiene por qué mentir sobre algo que lo incrimina de ese modo, no me quedan dudas de que así fue. La complicidad de la Policía Federal en el atentado a la AMIA y sobretodo en el encubrimiento posterior (y actual) son tan claras y flagrantes, y están tan impunes, que me da bronca cuando amplios sectores de la sociedad argentina y de la comunidad judía en particular -todos ellos fieles espectadores de la Televisión argentina- ponen el grito en el cielo por una pelotudez tan grande como la del memorándum de entendimiento con Irán. Acá iba a entrar en tema Nisman pero para qué. Lo único que voy a decir sobre Nisman es esto: Iosi intentó que se hiciera pública su historia mucho tiempo, para que la publicidad le sirviera de escudo contra sus enemigos (que, Iosi está seguro, lo piensan matar porque sabe demasiado, como se suele decir). Pero necesitaba que estuvieran dadas ciertas condiciones de seguridad. Finalmente un periodista inescrupuloso filtró la noticia: "hubo un espía infiltrado en la comunidad judía, dice haber sido cómplice del atentado". Y a Iosi no le quedó otra que declarar frente a Nisman, para entrar a las apuradas en el programa de testigos protegidos del Ministerio de Justicia. Nisman no estaba ese día en la fiscalía, y contra reglamento, Iosi declaró frente a dos secretarias y un grabador (en la documentación judicial dice lo contrario). Acto seguido, lo escondieron. Tiempo después, muere Nisman. El libro entonces es una herramienta más de Iosi para tratar de preservar su vida, cuando el hombre que supuestamente lo estaba protegiendo desapareció. Eso también me resulta sumamente interesante, como lector, como consumidor de literatura.

2.
El libro está suficientemente bien escrito, busca crear suspensos propios del género de espías, y tiene una estructura medio Juego de tronos de que en partes distintas la narración se cuenta desde puntos de vista y primera persona de tres personajes distintos: Iosi, Lutzy y Lewin (o sea, el espía y los autores). Garpa especialmente si sos judío y tenés más de veinticinco años: el libro vuelve una y otra vez (en la trama de la infiltración) a lugares y personas que tienen que ver con mi infancia, cuando Iosi estaba entre nosotros (¿lo habré visto alguna vez?). Pero si no también.