martes, 30 de octubre de 2018

Un millón de bandas malas, de Lucía Brutta

1.
Para empezar, Brutta es chaqueña, y yo soy chaqueñófilo (y chaqueño honorario). La leí en la antología Informe: historieta argentina del siglo XXI (el cómic que aparece ahí es el capítulo "Las fisu", de este libro) y además de encantarme lo que vi, me encantó que fuera chaqueña. No conozco otros historietistas con ese origen. Sí músicos (bocha), artistas visuales (Milo Lockechi), escritores (Giardinelli, Busqued) y cineastas (Sonia Loba Bertotti) pero historietistas, la primera vez. Leí primero los capítulos unitarios que forman Un millón de bandas malas en el tumblr homónimo, pero luego me enteré que salían en formato físico y se lo regalamos de cumpleaños a la Loba.

2.
Como dice la autora, Un millón de bandas malas no es sobre las bandas sino sobre lo que pasa cuando vas a ver un millón de bandas malas. Hay punkies, fisuras, drogas duras y blandas, pogo, cerveza caliente en vasos de plástico, bondi. Está buenísima, lástima lo breve. Le ponemos muchos aleschonfelds.


sábado, 27 de octubre de 2018

Amuleto, de Roberto Bolaño

1.
Esta es una reseña irresponsable porque estamos en agosto de 2019, el libro lo leí en octubre de 2018 (en el aniversario de la muerte de Néstor chiques) y era prestado y lo devolví, así que es como una aproximación a una reseña. Que capaz es más real (she served such a reseña realness), porque sólo puedo hablar de lo que me acuerdo, o sea lo que me quedó, el emblema audiovisual de la reproducción que mi cabeza generó de las imágenes literarias que Roberto Bolaño imprimió en su novela de 1999. Lo que me quedó, así como primera imagen, es la escena del mafioso homosexual y su cautivo no cautivo, el joven marica de clase alta debilitado y yacente en la habitación de motel desde la que el rey de la noche dirige su operación. Ella, la protagonista, cuyo nombre no podré recordar y me niego a buscar en la Internet pero de quien tengo bien presente la imagen que me representé de la descripción que la novela ofrece, que si mal no recuerdo es la óptica subjetiva del personaje narrador (es interesante porque es posible que esté inventando todo o parte de lo que estoy diciendo) y que para mí es una cosa entre la Chilindrina, Marla Singer de la película de Fight Club o más bien la chica con cáncer de la misma película o las dos, y la Maga -esa para mí la puso Bolaño a propósito-, ella, decía, entrando a rescatar al joven seguramente poeta, que lo único que tiene que hacer es levantarse y salir de ahí pero que precisa ser rescatado, y argumentando. Eso me acuerdo. Y después me acuerdo la escena de la represión en la Universidad, la misma escena que aparece en Los detectives salvajes no sé si protagonizada por la misma protagonista. Ella en el baño, mientras afuera reprimen y secuestran. Ella saliendo muchas horas después del baño, la Universidad vacía. 

2.
Es maravilloso que Roberto Bolaño haya escrito tantos libros. No dejo de encontrarme con novelas de Bolaño que no sé por qué no había leído antes. Esta es de las fundamentales. Es mejor que muchas, para mí. Obviamente el podio lo llevan 2666 y Los detectives en ese orden: yo creo que mi tercer puesto personal es para Una novelita lumpen, y el cuarto para esta, Amuleto, que me prestó Defli, gracias Defli, te quiero un montón. 

viernes, 26 de octubre de 2018

No soy Hordak, de Pedro Mancini

1.
Este me lo regaló la Loba en mi cumpleaños. En realidad, ya lo había leído, en Facebook. Pero lo volví a leer, en papel, aguante el papel. Ustedes también pueden leerlo en Facebook porque yo les voy a entregar un vínculo: 

2.
Esta es la reseña número 500 de este blog. Fuegos de artificio.

domingo, 21 de octubre de 2018

Planes para toda la vida, de Antolín

1.
Antolín Oligati, nombre artístico Antolín a secas: poeta, dibujante, músico y no sé cuántas cosas más, platense, emigrado a Almagro, centro del Universo Conocido. No lo sigo desde Cemento porque no sé si tocó ahí pero sí lo sigo hace mucho tiempo, como demuestra esta antigua reseña de libro de poesía en forma de blog que publiqué a mi vez en este blog en el pasado remoto. 

2.
Planes para toda la vida es una cosa entre la historieta y la poesía y es muy bellísimo. 


3.
Está poblado por animales prehistóricos, mamíferos que hibernan, famosos suicidados y computadoras caducas. Como su música, y como su poesía. Es un autor muy consistente. También hay tenistas. Es muy hermoso de verdad, ya sé que no estoy siendo muy elocuente pero no dejen de leer a Antolín nunca.



miércoles, 17 de octubre de 2018

La barranca de la muerte y otras historias, de Javier Velasco

1.
Es una novela gráfica de Javier Velasco, de quien antes había leído (o mirado) el hermosísimo libro Grandes vestimentas de Galería Editorial. El primer capítulo de La barranca de la muerte apareció y leí primero en realidad en uno de estos compilados que salieron en los últimos años, Informe: historieta argentina del siglo XXI. O más bien una versión: ahora que comparo, en Informe la historieta comienza con otra situación, y luego deviene en el sueño que da título al primer capítulo de este libro. Tanto la historieta en Informe como el capítulo de La barranca terminan de una de las maneras más conmovedoras y pieldegallinantes que haya visto en un cuadrito. De verdad.

2.
Las historias de La barranca transcurren en los ochenta, en un barrio no identificado de Buenos Aires, y en la infancia de cinco amigos que juegan en la calle, que tienen aventuras a lo Stand by me (Cuenta conmigo), es decir aventuras teñidas por la óptica de la niñez y la nostalgia del recuerdo de la niñez. No sé si alguno de los relatos alcanza las cimas del primero, sin embargo. El libro es gordo y eso es siempre grato en una novela gráfica, que se lee a la velocidad de la luz y así dura un poco más. Me gustó esta paloma también:





lunes, 15 de octubre de 2018

La segunda generación: lo que no le conté a papá, de Michel Kichka

1.
¿Otra novela gráfica sobre el Holocausto, y te digo más, sobre el hijo de un sobreviviente que habla de su padre? Sí. En este caso es un belga, israelí por elección, que se dedica al humorismo gráfico y cuya posición ideológica no me queda muy clara mirando sus chistes.

Pareciera que le cabe Bibi Netanyahu, ¿será?
(Acabo de pasarme un rato mirando su twitter y sigo sin saber qué pensar. Algunas conclusiones: es anti Trump, sobre Bibi cambia de opinión según el tema, le caen mal Putin y todos los gobernantes árabes obvio, piensa que Abbas es antisemita, no sabe nada sobre Venezuela -o sea le cree a los medios israelíes- y le gusta Madonna).

2.
La segunda generación es un libro de 2012, publicado primero en francés por Dargaud (la editorial original de Ásterix, por ejemplo), después en hebreo por una editorial israelí (obviamente), y luego en otres idiomes: al castellano llegó de la mano de una fundación judía mexicana, en el papel de mayor gramaje del mundo y con una tapa súper rígida, edición cosida de mega lujo, todo lo cuál no deja de hacerme pensar en La industria del Holocausto. Una edición así de lujosa no deja de generarme prejuicios para sentarme a leer un libro sobre la Shoá, y todo el primer capítulo mantuve mis prejuicios: me parecía un libro anodino e injustificado (existiendo Maus). Lo empecé a perdonar en el segundo capítulo, cuando la cosa se fue poniendo más dark y contradictoria, el autor empezó a mostrar la hilacha de sus padres -padres que mandaron a sus hijos a internados, poco empáticos, autoritarios- y a hablar de lo difícil de cargar con la culpa de haber venido al mundo a pesar de que a tu padre le hubieran asesinado a hermanos y progenitores. Lo terminé de perdonar cuando en el propio libro apareció la referencia directa a Maus, el cuestionamiento a las marchas israelíes en los campos y el humor negro. Así que al final me gustó.




sábado, 6 de octubre de 2018

Benito Quinquela Martín, el hombre que fue nosotros, de Walter Caporicci Miraglia

1.
Funjo de guionista en una serie documental sobre el arte o las artes o algunes artistes en el barrio porteño de La Boca. Si digo La Boca y digo arte digo Quinquela Martín, así que para documentarme como es debido decidí leer dos cosas: por un lado, la autobiografía de Benito, que se intitula Vida novelesca de Quinquela Martín y es de 1948, y por el otro este libro, que tiene escasos dos meses y que fue editado y publicado por el Museo de Bellas Artes de La Boca de Artistas Argentinos "Benito Quinquela Martín" (sí, se llama así). La autobiografía, en realidad le fue "dictada" por Quinquela al escritor Andrés Muñoz, y se publicó primero por entregas en la revista "¡Aquí está!". Era plena época peronista, los negros quemaban el parquet para hacer el asado, y Quinquela tenía 58 años. Vivió hasta el '78, pero igual es verdad que no le pasaron muchas más cosas dignas de mención. Todas las aventuras de Quinquela se concentran en los '20, a mi entender, que es cuando pasa "de mendigo a millonario". A partir de la década del '30 Quinquela ya es una institución, y se dedica a pintar y a institucionalizarse. Con mucha onda, pero en fin.

2.
Con el barrio de La Boca pasa una cosa muy alocada (o varias), y es que hay una muy fuerte autopercepción de los boquenses como boquenses, mucho más larga y ancha que la de otros barrios porteños. La Boca del Riachuelo parece un pueblo aparte, a pesar de estar a 20 minutos de Alem y Corrientes. Por eso, el "nosotros" que figura en el subtítulo "el hombre que fue nosotros" habla de los boquenses. Capaz un turista, ya sea del extranjero o del interior, podrá pensar inocentemente que se refiere a los argentinos. Pero no. Se refiere a los boquenses (y capaz un escalón debajo, a "las", pero no estoy seguro).

3.
Benito Quinquela Martín (de ahora en más BQM): Huérfano, depositado bebé en el torno del orfanato Casa de Expósitos, en marzo de 1890. A los siete años lo adopta una pareja de carboneros pobres de La Boca: él, italiano genovés, ella, indígena, entrerriana y analfabeta. Benito va a la escuela tres años, y a los 10 lo ponen a laburar: mucha joda. A los 14 es simpatizante de Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América en 1904. Ese fue el único momento en que Quinquela fue de izquierda, después nunca más. A los 15 se pone a dibujar, con el mismo carbón con el que labura. A los 16 toma clases de dibujo y pintura en un ateneo boquense, algo muy característico de la sociabilidad del barrio que en esa época estaba poblado casi del todo por inmigrantes genoveses. El arte podía ser una forma de ascenso social para los hijos de los obreros, y con esa mentalidad florecieron en La Boca los músicos y los pintores que explican el aura artística del barrio. En el mismo lugar estudia Juan de Dios Filiberto (compositor de tango), se hacen amigos. Por intermedio suyo conoce a otro pintor de La Boca, el uruguayo Santiago Stagnaro, que moriría poco después, con sólo 29 años. Alguien me dijo que Quinquela y Stagnaro tuvieron un algo, en esos diez años de juventud en que coincidieron. AH RE RIAL DEL PASADO. Con 17, 18 años, empieza a frecuentar entonces a todo el mundillo de amantes de las artes del barrio, que incluye a artistas y a mecenas de escala barrial como el peluquero Nuncio Nuciforo. BQM se pelea con sus padres porque quiere ser artista y no carbonero, se va de la casa, vagabundea, vaya uno a saber qué más. A los 22 le agarra tuberculosis y lo mandan a Córdoba. Está seis meses en Córdoba, pintando. Ahí tenes una buena película: ¿qué hizo Quinquela seis meses en Córdoba? Es como un hueco en su vida, seis meses es un montón de tiempo, ¿no? Sobre todo si tenés 22. Vuelve a La Boca, sigue pintando en la calle, se amiga con sus padres, va a pintar a la Isla Maciel y conoce a un gremio de punguistas que aprenden a robar como quien va a una clase de cualquier práctica. Pinta arriba de barcos. Un día sale una nota en una revista, sobre él y su obra. La nota se llama "El Carbonero. Un pintor extraordinario". Es 1916 y aparecer en letra de molde y con foto es el máximo nivel de difusión posible, ahora que lo pienso, así que un montón. Empieza a vender cuadros. Se conoce con y logra el padrinazgo de Pío Collivadino, director de la Academia Nacional de Bellas Artes y miembro de la clase alta porteña, y de su secretario Eduardo Taladrid, que más adelante será un funcionario jerárquico. La empieza a pegar. Expone en el centro. Expone en el Jockey Club. Es como una curva ascendente abrupta. Se pone de moda, digamos. En 1920 ya empieza a viajar para exponer, primero a Mar del Plata (¡en avión!), después progresivamente cada vez más lejos y al centro del mundo artístico (siempre con apoyo estatal), en el siguiente orden: Río de Janeiro (1920), Madrid (1922-3), París (1925), Nueva York (1928), Roma (1929), Londrés (1930). Se codea mucho con el presidente Alvear, y con su señora la cantante Regina Pacini: ambos hacen mucho por su carrera, incluyendo darle un cargo de ñoqui en la embajada en España para que viva allá como artista con un sueldo oficial. También se va a codear con Uriburu, antes y después del golpe. No le hace asco a nada. Una de las anécdotas más famosas es la de Mussolini: resulta que Il Duce visita la muestra de Quinquela en Roma y le dice: "Usted es mi pintor, porque pinta el trabajo". Mussolini le ofrece quedarse en Italia, pero Quinquela lo rechaza porque dice que sólo puede pintar el puerto de La Boca. Cada vez que Quinquela vuelve a La Boca lo recibe una multitud, se sueltan palomas y esas cosas. Cada vez la multitud es más grande, Quinquela es más mainstream y sus cuadros son más caros. Entonces, redepente, con un viaje a Alemania y otro a Japón programados, decide que no viaja más. Y empieza con las fundaciones. Se pone a comprar terrenos a la vera del Riachuelo, y a buscar donarlos al Estado contra promesa de que se construya en el terreno primero una escuela, después un museo, un teatro, un hospital infantil y un lactario, capaz estoy diciendo mal el orden. Todo esto no sin esfuerzo (en un momento hay un diputado peronista que no quiere que Quinquela construya porque considera que el tipo estaba especulando, haciendo subir el valor de los terrenos aledaños para en última instancia lograr lo que hoy llamamos gentrificar La Boca... Algo de razón tenía). Lo bárbaro de Quinquela es que no es "haceme una escuela", viene con un programa detrás, de cómo tiene que ser esa escuela, ese teatro, etcétera, y el espíritu que lo mueve es el de darle a lxs boquenses (Quinquela muy deconstruido no estaba así que diría los boquenses nomás) una vida digna. Una de las flasheadas del plan Quinquela es que todas estas construcciones sean de colores, y que dentro de la escuela haya murales, incluso dentro de las aulas (y para esto tuvo que pelear con los positivistas higienistas del culo). Los murales los hizo él y ojalá un día los vea. Eventualmente Quinquela se hizo construir un departamento arriba de todo esto (la escuela y el museo son el mismo edificio: en la cima está lo que hoy es parte de la exposición y era la casa del maestro), y eventualmente se murió. No tuvo hijos, toda su heredad quedó para la fundación, excepto lo que ligó su última secretaria y única esposa, con la que se casó ya senil y según la mayoría de sus biógrafos, engañado. Lo enterraron en un ataud que preparó él, pintado de colores, en el cementerio de la Chacarita.

4.
Hay mucho más de Quinquela para decir, porque es alto personaje. En particular me interesa su vínculo con la política: fue saludado en su vida por todos, desde Alvear hasta el último Perón (hay una foto en color de Perón, Isabelita, López Rega y Quinquela) y pasando por todos los golpistas, y él se las arregló para usar la política a favor de La Boca. No estoy contando acá ni la historia de la República Popular de La Boca, ni de la Orden del Tornillo, entre otros hitos, pero bueno, consigan el libro que se debe comprar en el Museo Quinquela Martín. La verdad, está muy bien escrito y está lleno de chismes, es un buen libro. Los dejo con Quinquela en colores, es la única imagen en video que vi de él, parte de la película de 1954 Buenos Aires en relieve.