jueves, 31 de diciembre de 2020

Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara

 1.

El último libro de 2020, para mejorar un bajísimo cupo femenino este año en este blog, es la novela gauchesco-lésbica de Gabriela Cabezón Cámara, en su novena edición, best seller absoluto del año (y del anterior) y libro más conocido y exitoso de esta señora de la que voy leyendo varios libros ya, véanse la reseña no tan lejana de Romance de la Negra Rubia, y la ya más antigua de La Virgen Cabeza, que ahora que me acuerdo también leí en vacaciones, en un año nuevo, en un lugar campestre y rodeado de amigues, aunque hace mucho. Además de estas tres novelas, Cabezón Cámara publicó dos novelas gráficas con el dibujante Iñaki Echeverría, y un libro de relatos que se titula Sacrificio. En revista Fierro, última época en papel, publicó también una tira con guión coescrito que se llamaba "Yanara", y la menciono porque es lo otro que leí de ella, y se comprueba en los cuatro casos que GCC es una de esas autoras que escribe siempre la misma historia.

2.

La China Iron es la china de Martín Fierro, la mujer que se queda sin marido cuando al suyo lo enlistan a la fuerza, que en el poema gauchesco de José Hernández es una sombra y nada más, pero que acá tiene una historia suya, y una oportunidad en la vida recién cuando se queda sola, sin marido, sin patrón, y en un mismo movimiento conoce a Elizabeth, otra mujer que se queda sin marido por la leva. La operación es bárbara: no sólo contar la historia de ella (como Borges contó la de Cruz) sino sacarlo del eje a Fierro, ese tipo que se la ganó en una partida de truco, y contar otra historia, que sucede en la pampa decimonónica de la civilización y la barbarie, que es un viaje iniciático, y que como en La Virgen Cabeza y en el Romance de la Negra Rubia (y como en Exterminio de Danny Boyle, que tiene la misma estructura, primera parte viaje, segunda parte utopía torcida) se las ingenia para pasar a tratarse de algo más grande, épico y universal, los distintos tipos de sociedad que pueden crear el amor y la violencia. 

3.

Ahora voy a tirarme a chanta, y decirles dos cosas: que lean la novela, que está buenísima, y que para reseña ya existe este texto espectacular de María Moreno, lean eso y déjenme tranquilo. 

sábado, 26 de diciembre de 2020

Tango cruzado, de Max Aguirre y Sebastián Dufour

 1.

Los chicos de Hotel de las Ideas tienen que hacer algo con el diseño de sus tapas. ¿Cómo un libro tan estilizado, con portadas como estas en su interior

 

va a tener una tapa tan deslucida como esta?


Me resulta incomprensible.

2.
Tango cruzado es una historia guionada por Max Aguirre y ¿dibujada?, ¿pintada?, no sé qué técnica es pero es gráficamente increíble, por Sebastián Dufour. Creo que salió en la Fierro segunda época, después se publicó este libro en 2017, y hace poquito se podían leer algunos capítulos on-line en la nueva Fierro virtual. Va de mejor a peor: empieza muuuy increíble, hasta el capítulo de Yonli (John Lee) viene muy arriba, después no cumple. Es como Lost. Una pena. Como que sueltan la pretensión, un poco. Por ejemplo, hay una estructura de flashbacks muy ordenada en los primeros dos o tres capítulos, que pierde el orden después y se vuelve confusa. Igual, es mejor que Lost

domingo, 20 de diciembre de 2020

La extraña Dama, de Javier Roldán

 1.

Retomando el blog, cada vez me cuesta más, un subsidio para este pobre bloguero. 


2.

Leí La extraña Dama (Ed. Alto Pogo, 2015) de Javier Roldán una madrugada del diciembre pasado, en un momento de insomnio. Digo un momento porque se lee así, en un momento: de hecho, recién lo leí por segunda vez (ya estamos en mayo, la fecha de publicación de esta entrada corresponde a la de primera lectura). Es el primer poemario publicado por este discípulo de Osvaldo Bossi (a cargo del prólogo). Después sacó otro libro, que yo leí antes y recomiendo mucho, Villa Trankila (Editorial Santos Locos). Villa Trankila es un objeto más denso y variado, engloba varios temas y tonos. La extraña Dama en cambio hace una propuesta más puntual: siete poemas narrativos, a partir de cuatro textos preexistentes, todos audiovisuales, que son las películas Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939, basada en la novela de Margaret Mitchell), Gravity (Alfonso Cuarón, 2013), Flashdance (Adrian Lyne, 1983), y la telenovela del título del tomo, La extraña dama (Lucy Gallardo, 1989). La película de Fleming merece cuatro poemas, amparados bajo el subtítulo "El viento prometido", en los que la voz cantante la tiene alguno de los personajes, y en los que se mezcla la diégesis de la historia con una suerte de backstage cinematográfico. La segunda parte del poemario ("Es cosa de mujeres") dedica un poema a cada texto, pero aquí la operación es otra, y el argumento de la historia se mezcla con algo más: recuerdos de la infancia junto a la madre para Flashdance ("Donde la bailarina se convierte en el baile mismo"), un diálogo telefónico con Gravity ("Gravedad"), el recuerdo de la abuela para La extraña dama ("Desde tu partida"). Por último, hay una especie de bonus track, el poema "De vez en cuando mamá pierde la consciencia", que se sale de la propuesta y remata a todo ritmo, en un tono más cercano al de su libro subsiguiente.




sábado, 19 de diciembre de 2020

El sueño de los héroes, de Adolfo Bioy Casares

1.
El libro de 2020 (tuve muchos libros de 2020, este va al podio de cajón) es de 1954 y se titula El sueño de los héroes. Lo leí a lo largo de muchos meses, muy de a poco, facilitado por sus breves cincuenta y cinco capítulos (algunos de una carilla), y aunque pasaba a veces una semana entre sentada y sentada, nunca me olvidé la trama: volvía fácilmente a la aventura de Gauna, de Clara y de los muchachos. Es una verdadera genialidad, de principio a fin, para muchos la mejor novela del sujeto de Barrio Norte y para algunos (sí, leí o escuché esta pavada menospreciativa del amigo de) "la novela que hubiera escrito Borges de haber escrito una novela" (para mí, sobre todo ahora que leí El sueño de los héroes, Borges es el amigo pomposo de Bioy).

2.
Se me dio por leerla porque a principios de esta pandemia cumplí el sueño de los héroes y di una clase sobre una de mis películas argentinas favoritas, Los paranoicos de Gabriel Medina. Leyendo sobre la película me enteré que estaba ligeramente basada en este libro. De hecho, en Los paranoicos el protagonista (Hendler) se llama Gauna, su interés romántico es Clara, su amigo es Larsen, todos nombres de esta novela. Y el tema del coraje permanece intacto. Esto leí en una nota de Radar de 2008:

La otra fuente que da forma a la relación entre Manuel y Gauna es la novela El sueño de los héroes, de Bioy Casares. “De hecho, la primera versión del guión empezaba con un tipo que no se acordaba de lo que había hecho durante dos días, de lo borracho y drogado que estaba”, cuenta Medina. “También había cierta circularidad, pero todo eso se fue destruyendo. Lo que quedó es el tema del heroísmo y la cobardía, de cómo pesa la mirada del otro.” La referencia a Bioy está ahí, a la vista para quien quiera tomarla en cuenta, empezando por la cita a uno de los protagonistas del libro: Emilio Gauna. “Manuel en ese sentido es como el Doctor Valerga de la novela, pero un poquito más humano: un tipo que te enseña, que te da, pero a la vez te quita. A Gauna le deja la casa, le da laburo, lo recomienda constantemente, pero también lo mantiene oprimido. Y creo que también hay algo de la cosa lúdica, mágica; los delirios, de esa cosa de Bioy de abrir las puertas a una atmósfera fantástica, a algo que no es muy concreto sino más bien como una música: ese terreno difuso entre lo que sería la realidad cotidiana y la ciencia ficción.”

3.

El sueño de los héroes tiene varios méritos. El primero y principal es la prosa: está muy muy bien escrito. Y el otro es el argumento, que es notable porque resumido en sus tres momentos te lo cuento en dos segundos (de hecho, leí una vez un cuento de Bioy que es así cortito y se trata de lo mismo, aunque sucede en el carnaval de Venecia), pero Bioy lo convierte en 218 paginas elaborando alrededor de cada cosa un mundo vivo y divertidísimo. Pero también, a esto quería llegar, tiene el mérito de ser una novela sobre Buenos Aires, igual que Adán Buenosayres: es una de esas novelas donde los personajes recorren la ciudad y leer es como viajar al pasado, Buenos Aires congelada en 1930, vista desde Saavedra, desde la quema de basura de Flores, desde los bosques de Palermo que son casi un espacio mítico y no la grasada macrista en que se han convertido. Me gustó todo, voy a buscar más novelas de Bioy. Acepto recomendaciones.


jueves, 17 de diciembre de 2020

The Penguin de André François, Plantar un bosque de Azul Blaseotto y E apenas o vértice do mundo interior de Vladimir Palibrk y Mikolaj Tkacz

1.
Continúo con mi lectura de los libros dejados en custodia por la biblioteca Jais (resumen del capítulo anterior: un amigo se fue a vivir afuera y me dejó parte de sus libros, yo para darle un sentido a mi compulsión acumulativa planeo leerlos todos). En este episodio, meto en una misma reseña tres que nada que ver salvo porque son del palo del noveno arte, o sea la historieta, el cómic, la narrativa gráfica. Uno es un libro con lomo y todo, está en inglés y fue editado por Penguin Books en algún momento de los '60s (no aclara fecha de publicación), el otro es un fanzine coeditado por Tren en movimiento y unproblema+ en 2017, y el último es otro fanzine, más raro que un perro verde, brasileño en este caso, publicado en ocasión de la Bienal de Sao Paulo de 2014. Los tres títulos, claro está, los terminé de leer hoy, diecisiete de diciembre de dos mil veinte.

2.
El de François parece una de esas oportunidades que uno puede encontrar en mesa de saldo o en la calle paseando por una país extranjero. Yo también hubiera comprado, pareciera una excelente oportunidad. Es humor gráfico de la misma escuela que las tiras de Quino, Caloi o Tute, sin casi palabras y buscando el chiste en la representación gráfica, aunque dibujados con un estilo de dudoso gusto en este caso. Bueno, pero eran malísimos todos. En este momento está saliendo la Fierro en su tercera o cuarta reencarnación, ahora virtual, y tiene una sección que se llama "No me causa", para chistes viejos que no dan gracia: todos los de François entran en esa sección si quieren. Fue una buena lectura de baño, olvidable. Parece que este François, que nació en 1915 en Rumania y murió en 2005 en Francia, fue discípulo de Picasso, ilustrador de The New Yorker y la mar en coche. Yo, lo que es yo, si fuera mío me deshago del ejemplar en la página de los codos amarillos.


Ejemplo de chiste malo.


3.
Plantar un bosque, en cambio, me pareció re lindo. Es una suerte de historieta experimental que mezcla técnicas y formatos (de golpe, entre las hojas, hay otras hojas más chiquitas) y que parte desde lo poético para llegar a los narrativo en un brevísimo relato climático sobre Carlos Idaho Gesell y un breve encuentro nudista con Ernesto Guevara antes de que fuera el Che, todo en acuarela y blanco y negro.



4.
Parece que Vladimir Palibrk, así, sin vocal entre la r y la k, es serbio y vive en París, y hace un poco de todo (la reseña más específica del mundo estoy haciendo). En este caso hizo, aparentemente con alguien más que figura como colaborador, un fanzine en papel de bajo gramaje, casi de diario, con partes en blanco y negro y otras en color, en el que con textos propios y otros de un pintor polaco del siglo XX de nombre Władysław Strzemiński construye una serie de relatos no conectados entre sí, en forma de dibujos, fotomontajes y collage, todo bien alla surrealismo old school, pegando en el palo del dadaísmo. Este ejemplar está en portugués, porque se distribuyó en la Bienal de Sao Paulo, pero encuentro online una versión en inglés, todo lo cual me lleva a imaginar al pobre Vladimir o a su compañero Mikolaj escribiendo a mano cada palabra en portugués letra por letra y simbolito por simbolito sin saber el idioma, y les estoy agradecido por el esfuerzo y la dedicación. El fanzine está hermoso, y lo voy a tratar de leer un par de veces más.



sábado, 12 de diciembre de 2020

Especies de espacios, de Georges Perec

1.

Yo en realidad quería leer Me acuerdo, pero Yaela me lo prestó en tándem con este, que dijo es el que más le gustaba, y yo ahora acuerdo (me acuerdo) con ella. Como dije en la reseña respectiva, Me acuerdo me resultó localista y falto de mayor interés, puestos en que este amigo francés, al que de haber conocido a su debido tiempo (cuando leía fervorosamente a Julio Florencio) hubiera adorado, ni siquiera estaba inventando el dispositivo en cuestión. Muy por el contrario, Especies de espacios tiene todo lo que quieren las guachas: fuma, toma y se arrebata.

2.

Ya desde el vamos, desde la tapa, Especies de espacios juega con los espacios: las letras, en un libro, están ordenadas en el espacio, ocupan espacio, crean espacio. Y así, mindfuckeando al lector y la lectora y el lectore, Perec sigue, y va desde el espacio más chiquito ("la página") hasta el más grande ("el espacio", es decir, el espacio sideral), pasando en orden (y este es el índice) por: la cama, la habitación, el departamento, el inmueble, la calle, el barrio, la ciudad, el campo (el campo no existe, es una ilusión, dice Jorgito), el país, Europa (ahí mostró la hilacha, pero mejor hablar de lo que unx conoce), el mundo. Y sobre cada espacio dice cosas dispares: algunas son reflexiones, otras son anécdotas (me acuerdo...), otras  son propuestas de actividades. La verdad, es bárbaro Jorgito.

3.

Un comentario sobre los prólogos de mierda: los odio. Odio cuando alguien (en este caso, el traductor Jesús Camarero) piensa que tiene que escribir algo inteligente y largo y sesudo muy sesudo para estar a la par del libro que está prologando, sin ver más allá de su nariz que lo de Perec además de inteligente es gracioso, y no da arruinarlo con un paper de mierda adjunto. Obvio que no lo terminé de leer, al prólogo.

4.

Dos citas para muestra de lo lindo y capo que es este libro (es un libro muy capo):

Vivir es pasar de un espacio a otro haciendo lo posible para no golpearse. (p. 25)

No hay nada de inhumano en una ciudad, como no sea nuestra propia humanidad. (p. 100)

viernes, 11 de diciembre de 2020

¿Quién mató a Rexton?, de Diego Agrimbau y gran elenco de dibujantes

 1.

Otra idea brillante del mejor guionista argentino (de cómics) del presente, en la que la metatextualidad está a la orden del día. De hecho, ¿Quién mató a Rexton? es todo un gran metarelato. La propuesta es así: en un mundo o una época en la que los cómics son populares de verdad, como para que sus autores sean reconocidos por los taxistas y ocupen el prime time en la TV, el dibujante/detective Katmus, especializado en cómic documental a lo Joe Sacco (a quien nunca leí, ¿debería?) recibe el encargo del poderoso editor Eugenio Marconi de investigar, claro que sí, quién mató a Rexton, el guionista más importante del momento, hallado en pedazos entre las bobinas de la imprenta del suprascripto. Los sospechosos son los dibujantes que trabajaron con él, y cada uno va a dibujar su propio testimonio. El libro que unx tiene entre manos se convierte de pronto en un libro que existe dentro de la propia historia, y ahí llega la primera capa de metatextualidad: un índice, al final del primer capítulo (firmado por Katmus), anuncia las páginas en las que comenzará cada capítulo, firmados estos por los personajes/dibujantes de la propia historieta. Solo al final de todo, como en las películas, aparecen los créditos que revelan quiénes son lxs seis dibujantes reales que actuaron de lxs dibujantes ficcionales. 

2.

Hay una segunda capa de metatextualidad en las historietas dentro de la historieta, que aparecen para contar los trabajos del muerto Rexton con los sospechosos dibujantes, y hay una tercera capa metatextual con el giro inesperado y night shyamalanesco del final, que no les quiero espoilear. Le pongo a todo esto 9 aleschonfelds.






lunes, 7 de diciembre de 2020

Historia oral de la cerveza, de Francisco Bitar

 1.

Me compré en un impulso, y sólo por el título, este librito pequeño y hermoso de la monona Editorial Municipal de Rosario, de un autor que me sonaba haber leído (¿quizás en una antología de poesía?). Esta vez le pegué, fue un buen impulso. Historia oral de la cerveza es todo lo que me imaginaba, pero mezclado: es un libro de poesía, que habla de la cerveza, y también es un libro de historia, que recopila fuentes que hablan de la relación entre la cerveza y la ciudad de Santa Fe, a la que ahora quiero ir aunque siempre me dijeron que era muy fea y que estaba adentro de un pozo.

2.

Como quien no quiere la cosa, pero apuesto a que sobre un andamiaje más pensado y estructurado que el del mismísimo puente colgante, Bitar va intercalando frases cortas que ora desarrollan un diálogo entre tres amigos que beben (El que Cuenta, El que Piensa y El Jodón), ora habla de Santa Fe en el siglo XIX o de la fundación de la Cervecería Santa Fe, ora nos lleva a un taller literario en el que los alumnos se proponen imaginar que cada porrón de la ciudad es una luz, ora cuenta el cuento de los suicidas del puente colgante, o del día en que se cayó (en 1983), o de Nati que después de unos porrones se da cuenta que perdió las llaves y tiene que ir a lo del ex a buscar la copia. 

3.

Entre todas las líneas argumentales que sigue el libro, hay una en la que se habla de camperas: 

Era una de esas noches en que una campera constituye tu única compañía y el hecho de verla colgada de la silla de enfrente, mientras comés tu pan con queso, establece una diferencia esencial. Se trata de la única evidencia que te recuerda la vida y que te sugiere también una manera de vivirla.

Tengo un proyecto de corto, hace mucho, que se llama La campera. Este libro me dio ganas de revivirlo. Capaz lo haga.

Al fin y al cabo, la campera y su dueño hablan un mismo idioma.