jueves, 17 de diciembre de 2020

The Penguin de André François, Plantar un bosque de Azul Blaseotto y E apenas o vértice do mundo interior de Vladimir Palibrk y Mikolaj Tkacz

1.
Continúo con mi lectura de los libros dejados en custodia por la biblioteca Jais (resumen del capítulo anterior: un amigo se fue a vivir afuera y me dejó parte de sus libros, yo para darle un sentido a mi compulsión acumulativa planeo leerlos todos). En este episodio, meto en una misma reseña tres que nada que ver salvo porque son del palo del noveno arte, o sea la historieta, el cómic, la narrativa gráfica. Uno es un libro con lomo y todo, está en inglés y fue editado por Penguin Books en algún momento de los '60s (no aclara fecha de publicación), el otro es un fanzine coeditado por Tren en movimiento y unproblema+ en 2017, y el último es otro fanzine, más raro que un perro verde, brasileño en este caso, publicado en ocasión de la Bienal de Sao Paulo de 2014. Los tres títulos, claro está, los terminé de leer hoy, diecisiete de diciembre de dos mil veinte.

2.
El de François parece una de esas oportunidades que uno puede encontrar en mesa de saldo o en la calle paseando por una país extranjero. Yo también hubiera comprado, pareciera una excelente oportunidad. Es humor gráfico de la misma escuela que las tiras de Quino, Caloi o Tute, sin casi palabras y buscando el chiste en la representación gráfica, aunque dibujados con un estilo de dudoso gusto en este caso. Bueno, pero eran malísimos todos. En este momento está saliendo la Fierro en su tercera o cuarta reencarnación, ahora virtual, y tiene una sección que se llama "No me causa", para chistes viejos que no dan gracia: todos los de François entran en esa sección si quieren. Fue una buena lectura de baño, olvidable. Parece que este François, que nació en 1915 en Rumania y murió en 2005 en Francia, fue discípulo de Picasso, ilustrador de The New Yorker y la mar en coche. Yo, lo que es yo, si fuera mío me deshago del ejemplar en la página de los codos amarillos.


Ejemplo de chiste malo.


3.
Plantar un bosque, en cambio, me pareció re lindo. Es una suerte de historieta experimental que mezcla técnicas y formatos (de golpe, entre las hojas, hay otras hojas más chiquitas) y que parte desde lo poético para llegar a los narrativo en un brevísimo relato climático sobre Carlos Idaho Gesell y un breve encuentro nudista con Ernesto Guevara antes de que fuera el Che, todo en acuarela y blanco y negro.



4.
Parece que Vladimir Palibrk, así, sin vocal entre la r y la k, es serbio y vive en París, y hace un poco de todo (la reseña más específica del mundo estoy haciendo). En este caso hizo, aparentemente con alguien más que figura como colaborador, un fanzine en papel de bajo gramaje, casi de diario, con partes en blanco y negro y otras en color, en el que con textos propios y otros de un pintor polaco del siglo XX de nombre Władysław Strzemiński construye una serie de relatos no conectados entre sí, en forma de dibujos, fotomontajes y collage, todo bien alla surrealismo old school, pegando en el palo del dadaísmo. Este ejemplar está en portugués, porque se distribuyó en la Bienal de Sao Paulo, pero encuentro online una versión en inglés, todo lo cual me lleva a imaginar al pobre Vladimir o a su compañero Mikolaj escribiendo a mano cada palabra en portugués letra por letra y simbolito por simbolito sin saber el idioma, y les estoy agradecido por el esfuerzo y la dedicación. El fanzine está hermoso, y lo voy a tratar de leer un par de veces más.



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