lunes, 28 de noviembre de 2016

La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq

1.
Dicen que es malo, dicen que es largo y difícil de terminar, dicen que no se entiende nada. Releo ahora el comienzo del libro, antes de que empiece la Primera parte. Hay una frase, después de tres carillas de párrafos inentendibles: "No quiero manteneros fuera de este libro; sois, vivos o muertos, lectores". La cursiva es del original. La cuestión es que Michel es capo: lo que no se entiende al comienzo se vuelve pristino cuando se tienen las claves necesarias, bastante avanzada la lectura. Hay que ponerse las botas y entrarle a La posibilidad de una isla, con confianza en que Houellebecq no te va a dejar en la estacada, que todo o casi tiene un porqué. 

2.
La posibilidad de una isla no es ni malo ni difícil de entender, es por el contrario excelente (aunque no el mejor, sin duda tampoco es el peor, que sigue siendo Lanzarote), y es largo (el más largo de M.H., 439 p.) pero si te enganchás no querés que se termine. Obvio, no es para cualquiera. Muchos pueden perder el interés y dejarlo a las cien páginas. Pero hay que saber que Michel siempre paga.

3.
Esta es quizás la novela más de ciencia ficción de todas. Igual que en Las partículas elementales, El mapa y el territorio o incluso Sumisión, la historia comienza en la Francia contemporánea, y a medida que se interna en el futuro van apareciendo los elementos de ciencia ficción. En este caso, la narración sucede en dos tiempos: el presente, narrado en primera persona por Daniel 1, y el futuro muy remoto, narrado en primera persona por Daniel 24, clon en vigésimo cuarta generación de Daniel 1. No es spoiler contar este detalle, que hace la diferencia con los otros abordajes de la sci fi que hace Houellebecq.  Daniel 24 escribe porque tiene que leer y comentar (es costumbre, obligación religiosa y forma de terapia en el futuro de Daniel 24) la "historia de vida" de su antecesor originario, Daniel 1. Lo mismo hacen en el futuro todos los clones con las historias de vida de sus antecesores respectivos. Entonces, como nuestro punto de vista como lectores es el de estos dos narradores, tenemos que esperar las pistas que se nos van ofreciendo, o el desarrollo de los acontecimientos, para entender cómo llegamos del 1 al 24. Cómo llegó la humanidad a una forma de la vida eterna. Pero al mismo tiempo, como suele suceder en Houellebecq y por eso lo amo, lo épico sublime mindblowing coexiste en el mismo grado de importancia con lo patético cotidiano, lo obsceno y lo triste. En Daniel 1 hay capítulos que son casi que sólamente pornográficos, aunque eso también tenga una función en el relato (Houellebecq, manipulador del lector). Incluso, en el relato de Daniel 1, Houellebecq se toma su tiempo y un poco más quizás para llegar a donde quiere llegar, para llegar de la novela sobre un tipo deprimido que a veces coje y a veces no (otra vez esa novela) a la novela sobre la vida eterna, y por eso digo que no me sorprende que muchos la abandonen incluso habiendo leído arriba de las cien páginas. Pero eso es también parte del encanto. En esta novela, la longitud juega como un elemento más de afección al lector. No sé simesplico.

4.
Una cosa más. Creo que en ningún otro libro como en este Houellebecq fue más políticamente incorrecto, con respecto a las mujeres, con respecto a las religiones (en este libro sí es, inconfundiblemente, islamofóbico) y no me acuerdo con respecto a qué más. Llega a pasarse un poco de la raya, sin llegar a pegar la vuelta. En su defensa sólo puedo decir que este libro es del 2005, y que como ya comentamos en la reseña de Sumisión después como que pensó un poco más, leyó el Corán, y dejó de ser tan imbécil.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Orden y progresismo: los años kirchneristas, de Martín Rodríguez

1.
Mi columnista político favorito del momento, Martín Rodríguez, que también es poeta y del que ya hablamos en esta otra reseña. En este momento escribe en Panamá Revista, en La Política Online, en Le Monde diplomatique y en su cuenta de twitter.  

2.
Hace poco asistí a una clase de Nicolás Prividera (académico y director de cine, a quien admiro fuerte, como consta en esta reseña de su desconocido libro de poesía Restos de restos), y Prividera hablando de cine argentino, explicaba que hay películas que en el momento de su aparición parecen parteaguas en la filmografía nacional, todo el mundo las ve, o habla de ellas: años después en muchos casos esas películas no vuelven a ser vistas por nadie y se pierden en la memoria popular. No recuerdo qué ejemplo dio para el cine, pero estableció una comparación con el mundo literario que viene al caso, entre Operación Masacre, un libro que se sigue leyendo insistentemente, y Robo para la corona, un best seller absoluto de Horacio Verbitsky durante el menemato sobre la corrupción de ese entonces (y creo que sobre la Corte Suprema menemista, no voy a googlear para constatarlo pero adelante ustedes), recontra editado y que hoy no lee nadie. Puedo dar fe de que Robo para la corona es uno de los libros más fáciles de encontrar en puestos de plazas, en remesas de libros usados, y en bibliotecas de casas donde nadie lee, junto a ediciones de Wilbur Smith. Todo esto lo digo para comentar que Orden y progresismo es en un sentido un libro coyuntural, publicado en 2014 en épocas de Cristina, un libro de ensayos y de análisis político que para una de sus formas de lectura ya envejeció y va empeorando (por ejemplo, en unos años, ¿qué importancia podrá tener el 8N? Probablemente poca). Algo que Orden y progresismo no puede remediar por ejemplo es que no sabe (el libro) que un año después Macri ganaría la presidencia: pequeño detalle que resignifica muchas cosas. Pero en otro sentido, Orden y progresismo no es ni Operación Masacre ni Robo para la corona. Incluso ahora que lo pienso hay algo engañoso en el subtítulo (Los años kirchneristas), porque el libro tiene toda una dimensión ensayística que no tiene por qué envejecer, súper interesante y que abarca toda la vida argentina del autor (que nació en el '78), y que analiza tanto desde la experiencia subjetiva como desde lo macro los procesos histórico-políticos, sociales y económicos que fueron la dictadura, el alfonsinismo, el menemato, el delarruísmo, el duhaldismo, y por supuesto, el kirchnerismo que da título a la obra. Y además hay todo un capítulo dedicado al rock argentino, que nada que ver y a la vez todo que ver (porque, se pregunta Rodríguez: ¿el kirchnerismo mató al rock?).

3.
Hay algo en la escritura de Rodríguez en prosa, super parecido a la de Fabián Casas en prosa, sobre todo en los ensayos. Siendo que ambos fueron poetas en los noventas la cosa pareciera andar por ahí. Incluso seguro que formaron parte del mismo círculo. ¿Rodríguez escribió en la 18 Whiskies?: rápido googleo y descubro que no. Dice Rodríguez: “la banda de los 18 whiskies cocinaron la mitad de la década, y aparecieron los de la segunda mitad de la década con, entre muchas otras cosas, una relación diferente con la política. La primera mitad de los ’90 fue hija del desencanto alfonsinista y vivía refugiada de la aurora económica de aquellos primeros años ’90, con enormes poetas como Fabián Casas, Laura Wittner y Daniel Durand”. Supongo entonces que Rodríguez es de la segunda. Pero igual, hay algo ahí, en la extensión de los ensayos, en la estructura y en la forma de rematarlos, que se asemeja. De hecho Casas es la voz autorizada en la contratapa del libro para recomendar leer a Rodríguez. Yo soy la voz autorizada en mi blog para lo mismo (porque es mío).

4.
Bonus track que nada que ver, pero a cuento de lo de Prividera: Prividera postula que en unos años del cine de Lisandro Alonso no se va a acordar nadie. El tiempo dirá.

martes, 8 de noviembre de 2016

El 17 de octubre de 1945, de Norberto Galasso

1.
Me gusta Galasso cuando escribe porque, a diferencia de la mayoría de los historiadores, se ocupa de hacer hablar a los personajes de la historia por sí mismos, en primera persona. Este libro, así como la obra madre de la que fue extirpada, la biografía de Perón, en numerosos pasajes es un collage de fuentes primarias (entrevistas, cartas, manifiestos, cables diplomáticos, etc.) que sin demasiada explicación suplementaria forman la narración histórica de Galasso, obvio que (no puede ser de otra manera) ideológicamente orientada, pero en los hechos, irreprochablemente documentada. Eso, mal hecho, puede ser un moplo, pero Galasso es un maestro de la prosa populista y lo usa retebien. Es un golazo. Juan Perón habla mucho en primera persona y eso solo garpa porque Juan Perón es muy simpático y dice cosas como:
Sabemos que tenemos la razón y cuando un hombre avanza montado sobre la razón, no necesita espuelas.
También hablan Braden, y otros amigos como ese.

2.
Otro historiador que también arma la historia como un collage y me encanta es Frietzche (sólo leí el de los nazis que leímos casi todos los historiadores o wannabe historiadores, De alemanes a nazis) pero Frietzche hace historia social, y sus fuentes son "la gente común", no "los grandes hombres", o sea pirulo y no Hitler. Es también buenísimo, pero no tiene protagonista. En cambio Juan Perón es el protagonista indiscutible del 17 de octubre. Cualquiera podrá decirme que Frietzche es mejor historiador que Galasso y que la comparación es improcedente y soy un hijo de puta, pero (leer con voz del ratón disney) este es mi blog, y acá yo, porque yo, y este es mi cumpleaños.

3.
Como les decía antes, este librito que salió en kioscos de revistas publicado por Página/12 alrededor de la fecha del título con una tapa muy linda y muy pop de Alejandro Ros (véase foto), es en realidad un extracto de más de doscientas páginas del libro en dos tomos Perón, del mismo Norberto Galasso, editorial Colihue, que debe tener unas mil seiscientas páginas. Es re linda la tapa.