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martes, 13 de febrero de 2018

Mentirillas, de Leo Maslíah

1.
Hace ocho y nueve años leí algunos libros de Leo Maslíah, que reseñé en su momento (porque este blog tiene casi diez años ya, zarpado). Habrá sido por esos años que, de viaje por el mejor país, me compré en la feria Tristán Narvaja esta novela del lamentablemente no tan conocido genio uruguayo del piano y el juego de palabras que muchos sólo recuerdan por "Zanguango", tornándolo a él, en ese acto de recordación parcial, un one hit wonder medio berreta (aunque el tema es muy bueno). Cuestión que en ese entonces habrá sido que no sólo lo compré, sino que además lo leí, íntegro en lo que respecta a la parte escrita por el autor. PERO, el libro tiene un texto al fondo de la novela, intitulado "Trílogo" y escrito por otra persona (un tal Fernando Andacht), que es un análisis de unas cuarenta páginas en letra muy chiquita de la obra de Maslíah. Un análisis que podríamos llamar serio, académico. Uno (yo) viene de leer una novela más bien escatológica y de humor facilón, con mucha referencia al miembro viril y bastante a la genitalidad femenina, y de pronto se topa con ese coso. El problema no es ese igual, sino mi TOC que me obliga (obligaba, me liberé) a terminar los libros enteros, de pe a pa, de una tapa a la otra, para luego reseñarlos en este espacio y darlos por concluidos, y como el "Trílogo" ese era infumable nunca terminé el libro y quedó durante muchos años en la pila de libros inconclusos que reina (reinaba, me liberé: algunos hasta los vendí recientemente) a un costado de mi cama. Así que ahora, en tren de liberación, decidí releerlo, sin someterme a leer el paratexto ese horrible, y de ese modo reseñarlo ahora y guardarlo con sus amigos libros en el estante de los libros leídos. Success.

2.
Mentirillas, entonces, es una novela de Leo Maslíah publicada en 1993. Empieza como un policial negro, con un personaje entrando en la oficina de un detective para plantearle un caso, y como en ese género literario el protagonista va encontrándose en su camino con distintos personajes peligrosos que lo golpean en un callejón o cosas así. El chiste en este caso es la acumulación: durante los 38 capítulos el protagonista recibe innumerables nuevas golpizas, balazos, cuchillazos, entre otros, que lo van dejando cada vez en peor estado. El otro chiste es el del título: cada cierto lapso de páginas el narrador pide disculpas porque tiene que confesar que tal o cual hecho narrado no es verdad, o tal o cual personaje nunca existió, etc. Y después está el argumento absurdo, que disfrazado de policial hace lo que se le canta, y el humor constante, que como dijo una vez mi santo padre, "es insoportablemente ingenioso" (lo dijo literalmente, es decir, es demasiado, ya no es soportable). Antes dije que Leo Maslíah es un genio, y lo sostengo, pero eso no significa que todo lo que hace sea bueno (y es que hace demasiado, la verdad). Además de que el humor es tan permanente que se gasta, hay demasiadas situaciones que por ahí eran graciosas en el '93 pero que hoy son desagradables y machistas, chistes que hoy con el cambio de época ya no serían leídos como chistes por unx lectorx que simplemente quiera leer la novela y reírse sin un segundo nivel de análisis. Así que la novela es divertida al comienzo, nada más, después es pasable como lectura en el baño merced a la brevedad y liviandad de sus capítulos.

3.
Dos partes que necesito compartir con ustedes y listo:
Nunca supe exactamente lo que significa la palabra "camastro", pero ella se adecúa musicalmente bien al lugar que Lucy usaba para dormir, y sobre el que estaba leyendo a Sartre cuando yo llegué.
- Lo empecé esta mañana y ya casi lo terminé -dijo.
Tenía la vista fija en los anteojos redondos del filósofo. Luego miró su frente y su escaso cabello.
- Ta -dijo. Terminé.
Y la otra, Nóbel de literatura para este hombre por este párrafo por favor:
Entré al baño a ver si podía recuperar mi reloj; pero en la zona visible del desagüe sólo podía apreciarse la presencia de una estupenda pieza fecal.
- Podrías tirar la cadena de vez en cuando -dije a mi mujer.
- No tengo por qué tirar yo la cadena cuando vos sos el que caga -contestó ella.
Me acosté, ofuscado.
Creo que "estupenda pieza fecal" es lo mejor que leí en mucho tiempo.

lunes, 2 de agosto de 2010

Historia transversal de Floreal Menéndez, de Leo Masliah

1. Este libro me lo compré de cebado nomás, en Puán. Un día lo señé y otro día lo compré, gasté 30 pesos y el libro está usado y hecho mierda, así como si lo hubiera agarrado un perro. Es linda la tapa igual, y es efectivamente la primera edición. Es uno de esos gastos innecesarios, una de esas compras supérfluas que sólo se me justifican si leo el libro, cosa que en general no sucede pero que en este caso sucedió, para tranquilidad de mi conciencia economicista y también para favorable precedente de nuevas compras supérfluas en los puestitos de libros de la facultad.

2. Historia transversal de Floreal Menéndez es algo así como una novela en la que el narrador no puede concentrarse en un protagonista. Empieza con Floreal Menéndez, que juega al ajedrez y pierde, va al médico y espera su turno, pero antes de que Floreal Menéndez entre al médico (o después, no me acuerdo, no importa), el narrador se va con otra persona que está esperando en el lugar. Se va, sigue a otro personaje hasta que este se encuentra con un tercero o no se encuentra sino que se cruza y entonces el narrador sigue al otro y así se construye todo el libro: de historias fragmentarias cual más absurdas de personas casi siempre con nombres y apellidos (aunque a veces sin nombres ni apellidos, con apelativos como "el que no era el plomero de Martínez" por ejemplo) que transitan la ciudad de Montevideo a pie, en taxis, colectivos o bien por misteriosos túneles por debajo de la tierra.

3. Lo fragmentario de la trama lo vuelve un libro ideal para leer cuando uno hace caca. Las pequeñas historias no son necesariamente graciosas (muchas sí) pero la forma en que todo está escrito es ingeniosa a más no poder. Insoportablemente ingeniosa en las dosis propuestas, según mi papá. Es verdad que tanto ingenio todo el tiempo hace que las cosas se pierdan en la masa. En fin, yo lo banco. Si alguien tiene un libro de Leo Masliah para prestarme me chifla.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Carta a un escritor latinoamericano y otros insultos, de Leo Maslíah

1. Este libro reúne un montón de cuentos cortos, de entre una y cuatro carillas, que lo convierte en una lectura ideal para cuando uno hace caca. El chiste en la mayoría de ellos se basa en el humor más pavo, y eso está muy bien. El cuento del título es este, que es menos pavo. Acá hay otros dos cuentos. El mejor es uno más largo que ahora no me acuerdo el nombre pero es todo el cuento muchas variaciones de un párrafo de la introducción de Payasadas (Slapstick or Lonesome No More), de Kurt Vonnegut. Cuando me devuelvan el libro transcribo el párrafo. Y explico mejor. Por fuera de ese cuento, los demás son mejores mientras más cortos. Fin.

2. ¡Oh! Justo en este momento llegó Dani y me devolvió el libro de Masliah. El cuento se llama Una familia divertida. El epígrafe, de Vonnegut es:
En una ocasión le conté a mi hermano que cada vez que intentaba reparar algún desperfecto de la casa, perdía todas las herramientas antes de terminar el trabajo. -Tienes suerte -me contestó-, a mí siempre se me pierde todo lo que investigo. Nos reímos.
Y entonces el cuento de Masliah se estructura en párrafos, así:
En otra ocasión, Angélica, nuestra ama de llaves, quedó encerrada en la casucha del perro. Esa noche, él tuvo que dormir en la jaula del canario. Nos reímos.
Una noche de invierno papá estaba triste y mientras todas nos acurrucábamos junto al fuego mamá, para consolarlo, le contó veinte chistes. Con los dos primeros nos reímos.
Una vez, mi hermano Heinz y yo sorprendimos a mi prima conversando con Gertrude, su muñeca. Mi prima expresaba pensamientos de gran fineza e ingenio, pero las respuestas de Gertrude eran tontas e inoportunas. Al principio nos calentamos pero después nos reímos.
Y va gananando en absurdo. A mí me parece very clever.

domingo, 6 de diciembre de 2009

No juegues con fuego porque lo podés apagar (y otras piezas), de Leo Maslíah

1. ¡Sí, Leo Maslíah, el de Zanguango! Y con este libro comienza una seguidilla de lecturas uncool que estuve desarrollando últimamente. Y esta no es la más uncool.

2. Este es un libro de Ediciones de la Flor que tiene cuatro obras de teatro que escribió él y que se presentaron en Uruguay y en Argentina con él dirigiendo y actuando en algunos casos. Las obras son Juegos de salón, de 1990, El ama de llaves, de 1984 (que es como una obra de Chesterton drogado), Democracia en el bar, de 1986, y la del título, de 1993, que vendría a ser un La cantante calva charrúa. Son muy graciosas, de reirse para afuera, no de sonrisita de aprobación. La del '84 y la del '86 tienen cierta temática relativa a la dictadura que en Uruguay terminó en el '85.

3. En fin, eso.