domingo, 1 de noviembre de 2009

La escritura o la vida, de Jorge Semprún

1. Me lo regalaron Mario y Ljubi por el mío cumpleaños del año pasado.

2. Jorge Semprún tenía 22 años cuando el ejército yanqui liberó el campo de concentración de Buchenwald en el que se encontraba hacía casi dos años, encerrado por comunista (preso político, triangulito rojo con S de Spanier). Había sido capturado en Francia, donde participaba de la resistencia armada contra la ocupación nazi. Después, durante la década del '50 y como miembro del PC, formó parte de la red clandestina que combatió al franquismo en España, con nombres falsos y cambios de domicilios, siendo uno de los capos. Después se pelió con la cúpula europea del PC, por esas cosas del camarada Stalin, y lo fueron junto a otras personas en los '60. A todo esto, antes del tema WW2, nacido de una familia aristrócrata (el viejo era alto funcionario del rey), se había criado en París y estudiaba filosofía en la Sorbona, y ya era escritor. Después lo siguió siendo. Chiquipim pim pam, chiqui chiqui pam, fue ministro de cultura del gobierno de Felipe González. Una vida interesante, me parece.

3. La escritura o la vida es de 1994. Es literatura, indudablemente, y a la vez es testimonio y fuente histórica, y es ensayística. Semprún analiza, en última instancia, un problema. Dice Semprún que cuando salió de Buchenwald intentó escribir y contar su experiencia, su vivencia en el campo, dado que sostenía la necesidad de contar a los demás lo que había sucedido de manera que fuera escuchado, y esto era a través del arte. Sin embargo, no pudo hacerlo: tuvo que elegir entre la escritura o la vida. Tuvo que autoimponerse el olvido por más de diez años para sobrevivir. Su primer libro sobre Buchenwald, El largo viaje, en el que habla de la llegada al campo, el tren, los perros, y todo eso, es recién del sesenta y pico.

4. El tema de cómo debe transmitirse la experiencia concentracionaria (últimamente estoy decidiendo dejar de usar los términos "Shoá" y "Holocausto", con o sin mayúscula, por su connotación religiosa, pero todavía no encuentro una forma que me satisfaga) me parece muy interesante. Hay un diálogo, más o menos en la mitad de la obra, y que probablemente sea ficticio, en el que se explicitan las diferentes posiciones y la del autor sobre el tema.
Dice uno:
Contar bien significa: de manera que se sea escuchado. No lo conseguiremos sin algo de artificio. ¡El artificio suficiente para que se vuelva arte!

Voy salteando cosas. Dice otro:
Bueno, escuchad. La verdad que tenemos que decir (en el supuesto de qe tengamos ganas, ¡muchos son los que no las tendrán jamás!) no resulta fácilmente creíble... Resulta incluso inimaginable...

Y otro:
-¡Eso está bien visto! -dice un tipo que bebe con aspecto sombrío, con resolución-. Tan poco creíble que yo mismo voy a dejar de creerlo ¡tan pronto como pueda!

(...)El otro tipo de comprensión, la verdad esencial de la experiencia, no es transmisible... O mejor dicho, sólo lo es mediante la escritura literaria... (...) Mediante el artificio de la obra de arte, ¡por supuesto!

Esto último es lo que cree Semprún, evidentemente.
Otro asunto resaltable es el de la militancia dentro del campo, tema poco o nada tratado en los testimonios que había leído hasta ahora; también el de los domingos, día de descanso, en el campo: las reuniones en el pabellón de los enfermos infecciosos, a donde los SS no entran por su miedo pánico higienista y eugenésico.

5. Estoy casi seguro que una influencia para Semprún en este libro debe haber sido Matadero 5 de Kurt Vonnegut, por párrafos como este:
Pero no podría haberle explicado todo esto a Claude-Edmonde Magny, por supuesto. En el mes de agosto del año 1945, fecha de esta conversación con ella, yo ignoraba todavía dónde y cuándo concluiría mi lectura de Marcel Proust(...)
.

6. En fin, que lo recomiendo. Es un poco para mamás, pero eso no me parece un agravio. Está bien escrito. Es ideológicamente copado. Los testimonios no judíos sobre el genocidio nazi, como ya dije con respecto a Vonnegut, me parecen necesarios: porque el "holocausto" no es judío, aunque algunas instituciones se esfuercen en hacer que se vea de esa manera y aunque hayan sido muertos en términos absolutos más judíos que gitanos o eslavos.