martes, 15 de enero de 2019

Un hombre enamorado o Mi lucha: 2, de Karl Ove Knausgård

1.
Mi lucha es una saga de libros autobiográficos sobre nada, o sobre la vida cotidiana de un escritor de casi cuarenta años de mediano reconocimiento (por lo menos hasta este tomo segundo), que se enamora, se pelea, tiene momentos depresivos, tiene hijas e hijos, parientes que envejecen, anhelos, nada fuera de lo normal. Es el cotidiano (el cotidiano nórdico) llenándo páginas y páginas. Pero detrás de lo inane, se esconde lo sublime. Porque Mi lucha es súper romántico (en el sentido decimonónico, allà Maeterlinck).
     No podíamos apropiarnos de eso. Podíamos creer que nuestro mundo lo incluía todo, podíamos dedicarnos a nuestras cosas aquí abajo, a la orilla del mar, a dar paseos en nuestros coches, a llamarnos y a visitarnos los unos a los otros, a comer y a beber, a quedarnos sentados dentro, dejándonos llenar de los rostros, opiniones y destinos de los que aparecían en la pantalla de la televisión, en esa simbiosis medio artificial y extraña en la que vivíamos, y quedarnos cada vez más adormecidos, año tras año, en la idea de que eso era todo lo que había, pero si levantábamos la mirada y contemplábamos todo esto, el único pensamiento posible era el de no usurpación e impotencia. ¿No era pequeño y mezquino aquello en lo que nos habíamos adormecido? Pues sí, los dramas que veíamos eran grandiosos, las imágenes que absorbíamos sublimes y de vez en cuando incluso apocalípticas, pero hablando en serio, ¿qué papel desempeñábamos nosotros en eso?
     Ninguno.
     Pero las estrellas brillan sobre nuestras cabezas, el sol arde. La hierba crece y la tierra, bueno, la tierra se traga todo lo que es vida y borra todas las huellas, vomita luego nueva vida en una cascada de miembros y ojos, hojas y uñas, pajas y colas, mejillas, pieles, corteza e intestinos, que se vuelve a tragar. Y lo que nunca llegamos a entender del todo, o no queremos entender, es que todo esto ocurre fuera de nosotros, que nosotros no formamos parte de ello, que no somos más que lo que crece y muere ciegamente, igual que son ciegas las olas del mar.
(p. 478)

2.
Mientas que el tomo primero (La muerte del padre) empezaba en el presente de la narración para después hacer un gran flashback a la infancia, y primera adultez del Karl Ove, este segundo tomo empieza en el mismo presente de la narración del que se había alejado en el primer libro: Karl Ove con casi 40 años, dos hijas y un hijo, casado con Linda, habitando Malmö, no muy satisfecho de la vida. De ahí hace un pequeño o mediano flashback al comienzo de la relación con Linda (a quien conoce cuando abandona a su ex mujer y su vida en Noruega y se lanza a lo desconocido en Estocolmo, Suecia) y remonta todo el curso de su tortuoso vínculo con ella, pasando por el subeybaja emocional de las depresiones de ambos, el nacimiento de su primera hija (clímax absoluto del libro aunque esté antes de la mitad de la novela) y luego de los dos vástagos subsiguientes, hasta terminar donde comenzó, haciendo una suerte de estructura sandwich, al final de la cual los azorados lectores, tras 1200 páginas de la anodina vida del güero escritor noruego, llegamos por fin al punto de su biografía en que comienza a escribir el propio libro que estamos leyendo (o en realidad el tomo 1), logrando el uroboros literario y lanzándonos a la búsqueda del tercer tomo, que se denomina La isla de la infancia.

3.
Un par de cosas interesantes sobre este libro. Primero: nunca más confundiré Noruega con Suecia. Ahora sé la diferencia: Noruega es croto, Suecia es cheto. Segundo: a la mitad del libro pasa algo fenomenal. Karl Ove está aburrido, se mete en Google Earth, viaja por la internet hasta Comodoro Rivadavia (!) y después a Buenos Aires donde sobrevuela La Boca. Impresionante esa irrupción del noruego en mi propio mapa de la nada. Otras inserciones argentinas en la novela: en un momento habla de Borges, Cortázar y Calvino (como parte del mismo universo literario). En otro usa la camiseta de la selección. Creo que Argentina es el país "otro" más mencionado por Karl Ove. Debe ser lo que en su imaginario es el exotismo anhelado, el kibbutz del deseo.

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