jueves, 4 de junio de 2020

Palacios plebeyos, de Edgardo Cozarinsky

1.
Un librazo, hecho y derecho. O contrahecho e izquierdo. 

2.
En la tapa, además del título y el nombre del autor, la editorial Sudamericana consignó el nombre de la colección, In-Situ, y sin quedar claro en concepto de qué, quizás con fines publicitarios, la palabra "cines". Palacios plebeyos es un libro sobre los cines en tanto lugares, y en especial sobre los viejos cines que desde el advenimiento de las multi-salas se encuentran en franco retroceso. La publicación es de 2006, y creo que en ese entonces todavía existían el Atlas Santa Fe, el América, el cine de Arte Cinema de Constitución y alguno de la calle Lavalle, todas salas que hoy en 2020 ya están extintas. 

3.
Cozarinsky divide el tomo en tres partes: "Templos profanos" (oxímoron intercambiable con aquel del título), "El refugio de Eros" y "El caso de las sonrisas póstumas". En la primera parte se configura un ensayo entre lo histórico, lo emotivo y lo arquitectónico, acerca de estos lugares surgidos a comienzos del siglo XX para entretener al proletariado, que por unas pocas monedas podían no sólo ver una película, sino también entrar con legítimo derecho a un lujo que de otro modo les estaba vedado. 
En la concepción del movie palace, tanto el teatro como todos sus servicios debían ser diseñados para que el cliente se sintiera miembro de una realeza imaginaria. Era su condición de espectador lo que le permitía acceder a un reino que ningún monarca pretérito habitó: el mundo del cine.
Cozarinsky describe y relata la aparición de algunas salas de cine históricas, primero en Estados Unidos y luego en Argentina, que habían sido diseñadas según la estética de los templos egipcios, las iglesias barrocas, o los castillos medievales, y luego desarrolla su caída en desgracia como bingos, estacionamientos o centros de culto evangelista. En el camino, vincula la experiencia del cinematógrafo con la historia del siglo XX, con la suya propia como espectador y con la del cine en tanto arte.



4.
Con un volantazo muy elegante, la segunda parte del libro está dedicada al cine en tanto lugar para el encuentro amoroso, y sobre todo para el encuentro espontáneo, sexual, y casi siempre homosexual (aunque dije casi). El cine como lugar de cruising, antes de la aparición del término. Es también un intento de historizar, partiendo por la propia experiencia con los cines de "mala fama" de la Buenos Aires de los '50, para luego ampliar a otros paisajes y otros tiempos. Si bien las citas a películas que hablan de cines arrecian, la que vuelve una y otra vez es Good Bye Dragon Inn (2003), del chino Tsai Ming-liang, una película que transcurre en un cine taiwanés que está por ser demolido, durante lo que es la última proyección que tendrá lugar en su pantalla. Tanto insistió Cozarinsky que decidimos verla, y nos pareció muy buena.


5.
El tercer y último tercio del libro, "El caso de las sonrisas postumas", es, como su título indica, un cuento policial. Así nomás, Edgardo te estampa un cuento en la jeta después de las 86 páginas de ensayo. La relación con la temática del volumen no la puedo revelar por motivos de spoiler alert. Es un buen cuento, en un gran libro.

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