domingo, 30 de abril de 2017

El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers

1.
El libro de (lo que va del año) 2017 es de 1940 y se llama The hearth is a lonely hunter. Su autora es una mujer de 23 años, nacida en el sur de los Estados Unidos, que por algún prodigio del Señor tiene la capacidad de (¡en 1940!) ponerse en los zapatos de un sordomudo, un viejo activista negro, un amigable y pasivo pedófilo en potencia, un joven y solitario comunista (y una niña, pero eso no es sorprendente) y todo eso en una novela que empieza luminosa y se va volviendo más y más oscura.

2.
Carson McCullers nació como Lula Carson Smith (Lula, como Luiz Inácio) en Georgia, sur de los Estados Unidos, en el año de la Revolución Rusa. Parece que fue una niña prodigio del piano, pero después enfermó, y en el entretiempo entre que dejaba de ser una niña prodigio y pasaba a ser una mujer lesbiana se casó con un tal Reeves McCullers que le dio el apellido de escritora, y publicó su primera novela, El corazón es un cazador solitario, con esta tapa increíblemente melodramática:


3.
No sólo la tapa, también el título y buena parte de lo que ocurre en la novela (incluso la música, que la hay) podría inscribirse en el melodrama. Pero cuando empieza no te das cuenta de eso. Durante los primeros cinco capítulos o así, pensé que estaba leyendo un libro con una estructura tipo Pulp Fiction, en la que los distintos protagonistas son personajes secundarios o extras en las historias de los otros protagonistas. En el primero, en el que aparecen el sordomudo John Singer y su amado Spiros Antonapoulus, Biff Brannon es "el dueño de la cafetería": luego, en el segundo, que nos presenta a Biff Brannon, aparecen por un rato Jack Blount, Mick y hasta el doctor Copeland, que luego irán siendo protagonizados capítulo a capítulo. Esto podría haber seguido así hasta el final: un nuevo protagonista en cada capítulo, aparecido en el capítulo anterior, todos dentro del mismo pueblo de mala muerte del sur crítico de los años '30, cada capítulo entendido como un cuento (y por cómo están armados podrían serlo). Pero no, son esos cinco los capítulos en los que pasa eso, y luego todos esos personajes y sus historias (sí, entretejidas) hacen avanzar la trama de la novela. A todo esto, decía que no se nota el melodrama: el que sí se nota (chorrea por todos lados) es el gótico sureño.

4.
Los acontecimientos son más o menos normales, más o menos melancólicos o luminosos pero normales, durante una buena cantidad de páginas: amores, desamores, problemas laborales, la cuestión racial, todo bastante bien pero costumbrista. Hasta que de golpe, un nene chiquito agarra una escopeta y le pega un tiro a otro en la cabeza. Así nomás. Estaba leyendo en el baño y exclamé NO, bien fuerte. Todo en el libro se empieza a ir más y más al carajo y ta, es increíble. 

5.
Miren qué hipster que era Carson con su traje:


6.
Miren qué bien que escribía Carson. Esto está en el comienzo del capítulo 7, página 201 de la edición de Bruguera de los '80 que seguro es la más fácil de conseguir y es hermosa:
...Deambulaba por los densos y populosos vecindarios a lo largo del río, que ahora se veían más pobres que nunca, debido a que la actividad de los molinos había decrecido aquel invierno. En muchos ojos podía verse una mirada de sombría soledad. Ahora que la gente se veía forzada a estar ociosa se sentía una cierta inquietud en el ambiente. Se produjo un fervoros brote de nuevas creencias. Un hombre joven, que había trabajado en los estanques de teñir en los molinos, declaró súbitamente que un poder celestial había tomado posesión de él. Decía que era su deber revelar una nueva serie de mandamientos del Señor. Aquel hombre instaló un tabernáculo y cada noche acudían cientos de personas que se revolcaban en el suelo y se sacudían mutuamente, pues creían hallarse en presencia de algo sobrenatural. También hubo un asesinato. Una mujer que no ganaba lo suficiente para comer creyó que el capataz le había robado sus fichas de trabajo y le enterró un cuchillo en la garganta. Una familia de negros se fue a vivir a la última casa de una de las calles más miserables y esto provocó tal indignación que la casa fue incendiada y el jefe de la familia apaleado por los vecinos. Sin embargo no eran más que incidentes. En el fondo nada cambiaba. La huelga de la cual tanto se habló no pudo realizarse porque los trabajadores no se pusieron nunca de acuerdo. Todo continuó igual que antes. Aún durante las noches de frío más intenso el Sunny Dixie Show estuvo abierto. La gente soñó y luchó, y durmió como siempre. Y por hábito redujo su capacidad mental para no tener que hacerse preguntas sobre las tinieblas del futuro.


1 comentario:

ericz dijo...

seeeeeeeee tremendo libro.