miércoles, 24 de abril de 2019

Sobredosis, de Alberto Fuguet

1.
No estaba preparado para un libro tan bueno. Este lo tomé prestado en casa de Shirly Pamela porque no puedo con mi genio y quiero leerlo todo. Vi Fuguet, vi que era un libro viejo y noventoso y supuse que estaría bien y que sería entretenido, pero fue mucho más que eso, fue como leer a Bolaño te diría, un Bolaño también chileno pero cheto y adolescente de los '80s. El ejemplar que leí yo es de 1998, pero el libro es de 1990 y los cinco cuentos son de la segunda mitad de la década anterior, están ambientados en el Chile de los últimos estertores del régimen pinochetista explícito (después vino el implícito), escritos en un slang increíble, chilenísimo y en desuso (el descueve para decir la raja), todos tienen un ritmo trepidante y adictivo -una vez más, droga en la etiqueta de esta reseña corresponde al ritmo de lectura, no al tema del libro, aunque también- y un clima de la San Puta. 

2.
El mejor, lejos, es "Pelando a Rocío". Pelar en chileno es hablar mal de alguien, sacarle el cuero. En primera persona, en una noche de copas en un bar la narradora cuenta con muchos excursus a su interlocutora la historia de Rocío, que era su mejor amiga, poto y calzón, y lo que fue de ella. Aprendí la expresión "te cagái en tres tiempos", mi nueva favorita. 

Todo así, muy en chileno. Medio prohibitivo para quien no cacha nada de chileno.


El cuento lo tiene todo, estilística y contenidísticamente, es tremendo relato enmarcado (y reenmarcado) y no les quiero espoilear nada pero te cagái en tres tiempos. Muy Puig todo. (Y a Puig lo menciona en el cuento siguiente).



3.
El último cuento, el más largo (tiene tres partes), "No hay nadie allá afuera", si bien es interesante y está bueno y todo, no deja de sonarme falso por lo siguiente: Fuguet es gay. O sea, capaz en bi, no es de mi incumbencia, y tampoco manejo su biografía, pero sus pelis (recientemente vi la muy mala y pretenciosa Siempre sí) y su libro No ficción  lo presentan a nosotrxs lxs lectorxs como un escritor gay. Me imagino, supongo, adivino, que no era públicamente gay en los años '80. Y los cuentos, especialmente el último, tienen un contenido gay solapado que en lugar de hacerlos más interesantes por el subtexto, los hace falsos, o por lo menos a este último. Yo, que había leído No ficción, estaba esperando que los viejos amigos reencontrandos en el baño de un aeropuerto de Panamá garcharan, porque era lo más lógico, hay una escena homoerótica (muy buena), que no está ahí por accidente, en la que ambos se secan sendos pares de sobacos con las máquinas secadoras, pensé que me estaba plantando algo ahí el Alberto pero no. Y no les espoileo nada, pero sepan que ni siquiera se hace cargo ni tantito el joven Alberto ochentoso del deseo homosexual de sus protagonistas. Igual el libro está la raja, bacano, chévere, el descueve.  

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