domingo, 10 de enero de 2021

¿Alguien será feliz?, de Marina Yuszczuk

 1.

Ya estamos en agosto, nunca tan atrasado con este blog, ¿será el cansancio, será la pandemia? Leí este libro en enero, y lo terminé de leer el 10 de ese mes, pero me pasó algo terrible que no me pasa nunca, me desconozco: perdí el libro. No sé si lo presté sin anotar a quién (yo siempre anoto) o me lo robó un fanático de la Yuszczuk pero no lo tengo más y no lo llegué a reseñar. Hago entonces una reseña de memoria:

2.

Son cuentos. Son muy lindos y por regla general hacen algo raro al final. El primero de los cuentos es extenso y el que más recuerdo. Habla de una niña que se dispone a ser pianista en Bahía Blanca, y  que entonces atiende a las clases de una profesora, y después de otra, o de otro, y a medida que el cuento avanza ella crece y en determinado momento pierde el interés por el piano. Al final es el presente, ella es una mujer adulta, y tiene una revelación que me resignificó el cuento. Hay una parte en que va a un concierto, de la última maestra que tiene antes de dejar el piano, y es posible que eso fuera en el presente pero estoy casi seguro de que no, de que el concierto es en el pasado y el final es en el presente.

3.

Justo estoy viendo El piano (voy por la mitad), de Jean Campion, primera mujer en ganas la Palma de Oro en Cannes con esa película sobre una mujer muda y decimonónica que es obligada a prostituirse para recuperar su piano. Tomen este punto tres como un paréntesis de asociación libre. La película no me viene gustando mucho, tiene demasiadas cosas que ya no quedan bien, tanto a nivel estético (el leit motiv usado a lo pavote) como ético (el es un abusador y ella se enamora). No digo que la cancelemos pero no es una gran peli. Lo que sí, me hizo pensar en las películas con pianos, y por qué no en los cuentos y las novelas. El pianista de Polanski (hablando de cancelar). La profesora de piano de Haneke. Embriagado de amor de Paul Thomas Anderson. Fuga de Larraín. Y entre toda esa cinematografía, este cuento.

4.

Hay otro cuento que me quedó bien impreso en el cerebelo, que cuenta un viaje en auto a Comodoro Rivadavia, la protagonista y su padre, un viaje atípico porque ellxs no tienen una relación muy íntima, no hablan mucho, no se cuentan las cosas. Ese cuento me hizo pensar en mi propio papá (aunque con él sí nos contamos las cosas, me hizo pensar en mi papá y su relación con el suyo propio) y entonces también pensé en prestarle el libro, tuve esa idea cuando lo leía en la playa en enero de este año pero él dice que no se lo presté. Capaz se lo presté y lo hizo desaparecer. Le voy a revisar la casa.

5.

Es un ejercicio profundo de recordación el que tengo que hacer, y es interesante descubrir qué me quedó del libro, leído en dos días, en la playa, hace siete meses. Me viene ahora a la mente un cuento que me desconcertó. Era breve y contaba una ida a la plaza, madre e hijo, en un día nublado y frío, o así lo recuerdo yo ahora. Me había desconcertado porque no había acontecimiento en el cuento, no había conflicto, era pura descripción, pero no era poesía, aunque le quedaba cerca.  En otro más, los personajes salían a caminar y atravesaban varios barrios crepusculares, tenía el espíritu del de la plaza aunque si recuerdo bien llegaba a un hecho concreto, el frente de la casa de los abuelos al que ella nunca antes había llegado. 

6.

En otro cuento, o quizás en alguno de los que ya mencioné, hay una escena hermosa en el MacDonald's de San Juan y Boedo. Me lo acuerdo más como imagen: parece que ¿Alguien será feliz? es un libro que te deja imágenes mentales.

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