martes, 10 de febrero de 2009

El atravesado de Andrés Caicedo

1. Primero salió en todos los diarios, la promoción de ¡Qué viva la música!. Después leí el prólogo de Casas, de parado en el mostrador de Gambito. Después creo que salió en Ñ una nota del mismo Casas sobre Caicedo, y después leí el ensayo alusivo en Ensayos bonsai. Así que lo estoy leyendo a Caicedo exclusivamente por sugestión de Casas. Y Casas le robó todo a Caicedo.

2. Eloisa Cartonera publicó El atravesado, de Caicedo. Así que lo leí. Y Casas le robó todo a Caicedo. O mucho. Y Cucurto también. El atravesado es una novela corta (de 50 páginas) que está buenísima, mal (o sea bien). El tipo tiene una cosa muy especial que es como que el interlocutor, o sea el lector... eso, que el lector es el interlocutor. El asunto está en primera persona y se dirige a una segunda persona que sos vos, y te caracteriza, mucho. Por ejemplo en una parte dice (página 41) "Ahora, camarada, dése un vueltón si es que está cansado de tanto oírme decir cosas. O pida una cerveza bien fría. O camine metámonos al cine, que están dando una vieja de vaqueros ¿usted tiene monedas?". Así, con esa puntuación. Eso se lo copia Cucurto, la puntuación. Y Casas le copia los temas, lo de las peleas de barras y hasta lo del amigo oriental. No digo que Casas no haya tenido un amigo oriental, pero debe haber sido un motivo más de indentifiación.

3. Hay que apurarse a leer a Caicedo si se quiere ser cool, que dentro de poco lo van a conocer todos. Como a Onda Vaga, que ya no se lo puede escuchar porque lo conocen todas las chicas de All Stars.

2 comentarios:

laura dijo...

hay que relajjjjjarse
crebequa

mariano dijo...

Durante el reinado del sultán de Anillaco Cucurto empezó a hacerse conocido, y su perfil proletario resultaba interesante, daban ganas de leerlo. Pero, pero, no sé si por desgracia o por suerte cayó en mis manos un reportaje a don Cucurto, no recuerdo si de Página 12 o de la desaparecida revista La Maga. Ahí el tipo elogiaba mucho a Menem, y como yo estoy formateado por la lógica de los setenta, bien blanco o negro, algo de lo que tanto puedo enorgullecerme como avergonzarme, perdí instantáneamente esas ganas de leerlo que mencioné antes. Y tampoco me propuse recuperarlas.