martes, 15 de diciembre de 2009

Bar del Infierno, de Alejandro Dolina

1. "Ella le preguntó si le gustaban los valses, y entonces fueron construyendo a través del muro una interminable conversación de fingidos asombros ante coincidencias que son inevitables entre las personas vulgares. Ella le prometió que se llamaba Mara y que amaba la pintura."

2. Siguiendo en la línea uncool, leí este libro, escrito por uno de los hombres cuya estética más me hace acordar a la palabra fugazzeta: Alejandro Dolina. Resulta que íbamos a ir a entrevistar a Dolina para el programa del tango para el que trabajé, porque el tipo sabe mucho. Por cosas del destino los que teníamos que ir éramos el director colombiano, su asistente colombiano y yo. Parece ser que Dolina es muy intolerante, y que si lo vas a entrevistar tenés que saber todo sobre él y compartir sus gustos y felicitarlo y llamarlo Maestro (cosa que ya noté con Ferrer, por ahí es un rasgo común de los tangueros viejos, no sé). Todo mi vínculo con Dolina es que leí hace ocho años Lo que me costó el amor de Laura, pero sin escuchar el cd (es una ópera tanguera), y nunca escuché su programa de radio ni recuerdo haber visto el de la tele, ni nada. Entonces agarré y me leí su último libro, éste, que saqué de acá de la biblioteca.

3. Debo reconocer que me sorprendí gratamente. Yo pensaba que me iba a encontrar con todos cuentos de Flores y el barrio y el fantasma del carnaval; pero aunque están esos, también hay cuentos de China y de la India y el Tao y también el rey y los caballeros, rarísimo. Y son buenos, además. Algunos son muy buenos, otros hasta ahí. Por ahí a ustedes lectores les parece obvio que Dolina es bueno, pero yo tenía un prejuicio. Igual no me cae bien, pero que escribe, escribe. Y que sabe, sabe. Y que leyó a Borges, bien o mal, leyó a Borges.

4. Transcribo uno que me gustó. Se llama "Magos".

Hsu Tang y Chao Ping tenían el poder de obrar prodigios. Una mañana se encontraron a orillas de un arroyo, en la región de Mingchong.
En el primer recodo de la conversación, Hsu Tang enfatizó un pensamiento ordenando al arroyo que dejara de fluir. El agua se detuvo inmediatamente. Chao Ping le retrucó entonces disponiendo el inmediato florecimiento de un sauce. El árbol se apresuró a cumplir. Los dos magos se entusiasmaron con aquel contrapunto y entre risas y vino siguieron demostrando su poder durante todo el día.
Al llegar la noche, la región de Mingchong se había transformado enteramente. Los lugareños no reconocieron su propia tierra y pensaron que alguna fuerza mágica los había alejado de ella. Inmediatamente, emigraron en busca de su hogar. Sólo algunos, deseosos de experiencias nuevas, permanecieron allí.
El maestro Wu Chang contó esta historia a sus alumnos. Al terminar el relato, les preguntó si habían entendido algo.
Uno respondió que la vida era un sueño de cambios vertiginosos y que nadie era nadie.
Otro, mientras se alejaba al galope, gritó que sólo podía regresarse hacia adelante.
El más joven recitó:
-Quien quiera volver al primer amor deberá buscarlo en otras mujeres.
Wu Chang dijo entonces:
-Me voy para siempre. -Y se sentó en silencio.

5. Lo otro que sabía de Dolina previamente es la frase suya de que todo lo que el hombre hace es para seducir a una mujer, que es una buena frase. Se aplica a los personajes de sus cuentos, por lo menos.

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