viernes, 1 de enero de 2016

Hasta quitarle Panamá a los yankis (western cumbiantero), de Washington Cucurto

1.
Hacía años que no leía a W.C., a quien allá lejos y hace tiempo me aficioné cuando leí El curandero del amor (Emecé) y luego aún más cuando leí su libro de poesía reunida, 1999, que todavía se consigue por Eloísa Cartonera, esa cooperativa editorial que fabrica libros con cartón recolectado por cartoneros de la cual participa el autor que nos convoca. Para más títulos de Eloísa Cartonera reseñados por mí, clic en estas palabras azules. En una época ponían un puesto en Plaza de Mayo durante marchas como la del 24 de marzo y lo atendía el propio Cucu, pero hace tiempo que no lo veo. También hay un puesto en forma de kiosko de revistas en Corrientes, a la salida de la estación Uruguay. Tienen precios muy módicos y títulos muy buenos, como pueden ver si hacen clic en esas palabras azules.

2.
Hay un motivo para hacer incapié en el temita de la editorial en este post. Resulta que me compré Hasta quitarle Panamá a los yankis en el mencionado puesto de la mencionada Eloísa, a muy bajo costo, lo leí y me gustó MUCHO, es probablemente lo mejor que leí de Cucurto. Pero, inmediatamente luego, encontré en lo de mi hermano la edición de Emecé de la misma novela, que incluye seis cuentos de yapa. Bueno, uno de esos me gustó, hay uno más bien malo, dos que zafan y dos que me parecieron lamentables. Recomiendo denodadamente comprar la edición de Eloísa, que es mucho más linda y seguro más barata, y quedarse con el buen sabor de la mejor novela de Washington Cucurto.

3.
Hasta quitarle Panamá a los yankis es una novela escrita a la manera de un folletín. Cada capítulo (en la edición de Eloísa; porque en la de Emecé no está) comienza por un copete tipo El Quijote o El Lazarillo de Tormes, en el que un narrador en tercera persona, una especie de locutor en off de la novela, resume lo que está por venir, y luego se calla para dejar paso a la voz ultracumbiantera del protagonista, Norberto Santiago Vega, hijo de paraguayos y habitante de Constitución, que como suele ser el caso es una suerte de alterego, más heróico y más garchador, del autor, Washington Cucurto, cuyo nombre según DNI es efectivamente Santiago Vega, y no sé si Norberto también. Los lectores entonces acompañamos a Santiago Vega por sus periplos en Consti; su trabajo de repositor, sus levantes a todos y todas, y sus incursiones diarias en el Bronco, bailanta cumbiera que es
lo único peroncho que queda en este conchudo país de oligárcas y gorilas cagones, o por qué creen que estamos como estamos y existen las bailantas, las telefónicas españolas, las singaderas dominicanas, los cartoneros, Carrefour, sí, sí, por los oligárcas gorilas cagones que gobernaron este país siglos y siglos, hasta que los yanquis les metieron la mano en el bolsillo y salieron a chocar cacerolas, qué papelón, qué inmundicia, los cagan y ellos tocan cacerolas... Pero los yanquis conmigo y con la cumbia no podrán, no nos van a tocar ni un pelito, ni un tantísimo así, aprieto los pulgares, porque estoy acá pa pelear, y no vamos a parar hasta quitarles Panamá, ¡y si es posible Irak!
4.
Con la prosa más afilada que nunca -años de entrenamiento, es como el nivel super saiayín de lo que Cucurto viene haciendo desde siempre- la novela es una sucesión de encuentros entre el protagonista y distintos personajes a los que se intentará empomar, con mayor o menor éxito, salpimentado todo por diatribas sobre política, en el tono visto recién, pero con una mayor responsabilidad sobre lo que se está diciendo que en textos anteriores, o por lo menos esa fue mi impresión. Lo que más me gustó, esto sí seguro, es que  Hasta quitarle es también el relato más gay de Cucurto. Esta vuelta no sólo son mujeres el oscuro objeto del deseo de Vega sino también tipos, y no sólo eso, sino que las escenas con tipos vienen acompañadas de manifiestos bisexuales:
Dale que pateo para todos lados, juego en todas las posiciones y tiro la pelota, dale que voy re al frente, con vos y el brillo de tus ojos, hijito mío, dulce mariposa mojada por la lluvia. Dale, para mí el amor no tiene machos ni vencedores, ni culos rotos o pichas marimachas, dale, que pa mí el placer no tiene límites ni encarcelamientos. Ni devaluaciones, ni corralitos, ni ná de ná, concha sumadres.
Muy Lemebel lo de las pichas marimachas y lo de concha sumadres, ahora que lo leo de nuevo.

5.
Puse "brevemente" pero me arrepiento porque me voy a explayar también sobre los cuentos horribles de la edición de Emecé. "Flores robadas o el escritor al que nadie lee" es un cuento MALÍSIMO que tiene un mensaje, con el que estoy muy de acuerdo, que es simplemente que hay que volver a leer a Jorge Asís, escritor que fue best seller en los '80, luego funcionario del gobierno de Menem y luego divulgador antikirchnerista, lo que le valió el desprestigio absoluto entre las filas del progresismo que son probablemente las únicas filas que compran y leen novelas que no sean estadounidenses o que no vengan en sagas. En el cuento, Cucurto tiene que comprar todas las novelas de Asís de todas las librerías, y descubre una conspiración del mercado editorial, que después es otra cosa, por la que se explica que ya nadie lea a Asís. El cuento es malo, no tiene pies ni cabeza ni ritmo ni nada que justifique su existencia y posterior publicación en un libro con lomo. El contraste con la novela que acaba de terminar una página atrás es enorme. Dice Cucurto en una entrevista, sobre el cuento: "me interesa que se lea la obra de un autor que muchos lectores jóvenes no conocen; entonces pienso que este relato es una linda manera de volver a leer a un escritor que vale la pena. Después el cuento es una picaresca; nada importante". Claro, bueno, eso digo yo, entonces para qué lo publicás y me lo ponés en el camino. Ponete las pilas Cucu.

6.
Lo mismo pasa con el siguiente cuento: "El combinado de dramaturgos". Resulta que, en la vida real, sucedió que en el contexto de la Feria del Libro de Frankfurt se armó un partido de fútbol entre escritores y dramaturgos argentinos y alemanes, y no sé si la feria o el gobierno argentino les pagaron los pasajes y la estadía para que fueran a jugar. Un partido super amateur, de gente grande, entre los que estaba Cucurto. El cuento entonces es una parodia de lo que habrán sido los entrenamientos, yéndose luego por la tangente para terminar de alguna manera la historia -lo mismo que hace en el cuento anterior-. Los escritores reales que participaron del partido aparecen con seudónimos, pero hay poca intención de camuflarlos, más parece un chiste para que se sepa quiénes son. Ahora bien, pasan dos cosas. Una: todo el cuento da la impresión de que Cucurto lo escribió para mandarselo por mail a sus compañeros de equipo; está plagado de chistes internos y caracterizaciones de gente que uno no conoce y no le dice nada, y una vez más la trama es pobrísima -un poco menos pobre que en el anterior-. La otra: en el cuento hay dos personajes caracterizados como villanos, que son muy claramente Rafael Spregelbud y Bernardo Cappa. Les da tan con un caño que no me queda claro si es amigo y es un chiste, o tiene la peor mala onda hacia ellos que se pueda encontrar en el mundillo del fútbol y la literatura. La segunda opción parece mucho más plausible. Vale la pena citar de nuevo:
...apareció en las canchitas de Open Gallo, un flaquito, con un buzo de Huracán, profesor de teatro, gesticulando más de lo debido y de fútbol daba toda la sensación de ser un experto. Su nombre era Bernardo, pero comenzamos a decirle Berni Alcapone, a secas. Para expiar mi resentimiento, para limpiarme de pecados tropicales, diré que sí, que era un reverendo Silvio Astier, un tipo que nos hablaba bajito, como un gangster que estuviera amenazándonos. (...)
Llegó de la mano de su actor fetiche: Rafa Spring, al cual comenzamos a llamar Rata de Primavera, una loca de argolla (según Reinaldo Arenas) que no se animaba a confesarse, a aceptarse como tal. Hablaba alemán e italiano, tenía aires de duque, pero en el fondo era un groncho arrabalero. Mezcla de supersnob y columnista cultural en uno de los medios más importantes del país. Gozaba de un prestigio internacional sorprendente. También escribía obras de teatro malísimas en las cuales no había personajes o estaban interpretados por él mismo, hablando hasta el paroxismo. Obras que se estrenaban en los teatros más importantes de Europa y Estados Unidos. Sus columnas, llenas de sarcasmo progresista, nos hacían pensar en una prominencia al estilo holliwoodense, pero no era más que una estrellita local llena de candados. En el mundo retrógrado del teatro porteño era considerado el mejor. (...)
Por lo que pueden ver, no parece un chiste sino un simple bardeo. Es divertido que alguien odie tanto a Spregelburd, pero ta. Una vez más, la anécdota no justifica el cuento, de una pobreza narrativa supina. Cucurto dice en la entrevista de Página/12 linkeada más arriba que no sabe escribir, que escribe como le sale y un par de justificaciones como esa para explicar la pobreza de estos cuentos, pero es una mentira, después de leer Hasta quitarle Panamá a los yanquis no puede decir que no sabe escribir.

7.
El cuento que se llama "Tokono" me gustó mucho, y también bastante el titulado "María Inés". Los dos restantes tienen gesto político y una vez más Cucurto queda corrido, en un lugar raro que le queda mal: "La selva", narrado por la mujer de Tirofijo, el guerrillero de las FARC, que le habla a Cucurto, no se entiende nada. "Salida al mar" es de nuevo un chiste que no justifica el cuento escrito, aunque está simpático por lo menos. Hay dos carpas en Plaza Congreso: una de los wichí, y otra "kirchnerista"; Cucurto ayuda a una novia wichí a robar las comodidades de la carpa kirchnerista. El final cínico salva al cuento del naufragio.

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