jueves, 1 de enero de 2009

Las partículas elementales de Michel Houellebecq

1. Con algunas frases de este párrafo me siento ampliamente identificado:
"-No sirvo para nada -dijo Bruno con resignación-. Soy incapaz hasta de criar cerdos. No tengo ni idea de cómo se hacen las salchichas, los tenedores o los teléfonos portátiles. Soy incapaz de producir cualquiera de los objetos que me rodean, los que uso o los que me como; ni siquiera soy capaz de entender su proceso de producción. Si la industria se bloqueara, si desaparecieran los ingenieros y los técnicos especializados, yo sería incapaz de volver a poner en marcha una sola rueda. Estoy fuera del complejo económico-industrial, y ni siquiera podría asegurar mi propia supervivencia: no sabría alimentarme, vestirme o protegerme de la intemperie; mis competencias técnicas son ligeramente inferiores a las del hombre de Neardenthal. Dependo por completo de la sociedad que me rodea, pero yo soy para ella poco menos que inútil; todo lo que sé hacer es producir dudosos comentarios sobre objetos culturales anticuados. Sin embargo gano un sueldo, incluso un buen sueldo, muy superior a la media. La mayor parte de la gente que me rodea está en el misma caso."

2. “La carrera hacia la apostasía parece ahora imparable: en la terna del esnobismo, ya está cabeza a cabeza con leer a Michel Houellebecq o no tener televisor en casa”, Hernán Casciari, en La Nación.

3. Mi psicólogo me recomendó este libro hace un montón. Yo no trabajaba así que ni pensé en comprármelo, aunque me hubiera gustado leerlo. Un día nos íbamos a Rosario con Darío y con Iae y en la biblioteca de María Rosa encontré Plataforma. La novela me duró tres días: no podía parar de leerla. Y ese fue mi primer acercamiento a Michel Houellebecq. A lo largo de su lectura tuve muchas erecciones.
Este verano me fui de viaje y en la galería Tienda Inglesa de Barcelona me encontré muchos libros de Anagrama muy lindos y entre ellos, Lanzarote, de Houellebecq (que me lo robé, relato hecho acá). El libro no me gustó tanto como Plataforma, hasta me pareció un poco malo. Está bueno que venga con fotos sacadas por él.
Unos meses más tarde trabajé en la feria del libro y me encontré, debajo de una pila de otros libros, Ampliación del campo de batalla. Fue buenísimo porque por un lado estaba fallado (tiene una mancha de nada en la tapa) y me salió la mitad, y por el otro los que atendían ahí no sabían que lo tenían: a la gente que preguntaba por Houellebecq le contestaban que se había agotado. Fue antes de que se reedite. Ampliación del campo de batalla es un libro es increíble. Y me parece completamente válida la comparación con Kafka. Y la tesis del título, lo que significa la ampliación del campo de batalla, brillante. Aguante Houellebecq, muerte a los humanos.

4. Finalmente empecé a ver Las partículas elementales en las librerías y tenía trabajo, así que me le compré. Justo al tiempito lo leyó Maia y me cagó el pionerismo. Yo leí otras cosas y lo dejé ahí, priorizando siempre los libros de la Biblioteca Minovich que algún día voy a tener que devolver, pero el verano llegó (que vivan las vacaciones) y me lo llevé a Mar Azul, para empezarlo en cuanto se terminara Kerouac. Hice bien. Buen enganche además, Kerouac con Houellebecq, son como lo contrario esos dos libros. De hecho Houellebecq habla mucho de lo boludos-conchudos-hijosdeputa-caca-mierda que son las/los conceptos-lugares-personas-creencias New Age, y Kerouac casi que es Osho. Houellebecq es el más misántropo y Kerouac es el más filántropo. The thing is: en este duelo que se creó porque yo hube leído el uno a continuación del otro, Houellebecq le pasa el trapo.

5. El año pasado creo que era (2007) a mi me parecía importante (y divertido) saber (o decidir) quiénes son Los Contemporáneos, es decir, quiénes de los que están produciendo arte o teoría en este momento del mundo, o sea desde que yo existo, van a ser después reconocidos como los más grosos "de fines del siglo XX" o "de comienzos del tercer milenio" (nota al margen: la palabra milenio cada vez va teniendo menos su sentido original para mí, y se va conviertiendo progresivamente en una radio de taxi); quiénes son los actuales Cortázar, Borges*, Arlt, Marechal, Pizarnik, Kafka, Camus, Bukowski, Steinbeck, etc., Marx, Stevenson**, etc., etc., (sólo por mencionar el plano de la literatura. En los planos del cine y la música me resulta igual de divertido jugar, y además con Darío teníamos una jerarquía máxima que se saltaba las diferencias disciplinarias). Cuestión que Houellebecq es seguro uno de nuestros mentados contemporáneos.

* Borges me la chupa
** Stevenson te amo

6. Hay un problema muy serio con la lectura de Houellebecq y es que me pone muy malo. Muy misántropo. No es exactamente un problema en realidad; es más bien algo a tener en cuenta. No es para leer en cualquier momento. A mí me sirve para potenciar algunas de mis peores características cuando me siento con ganas de ser un aparato. Por ejemplo en Mar Azul. Estaba con un grupo grande de desconocidos que entre sí eran conocidos de hace mucho, un grupo muy unido y con muchos códigos internos y todo eso (ex madrijim de una misma tnuá), además de un grupo de intereses aparentemente homogéneos, heterogéneos de los míos (con salvedades de personas y de pequeñas cosas que parecí compratir con los demás, como los juegos que hicimos) y yo desde el vamos noté que no me iba a integrar -bien hice en llevar este libro. En mi tercera jornada de estadía (y de lectura) y luego de un día muy agitado y plácido durante el cual no me había visto con nadie (de ellos), me encontraba en la playa, de noche, parado al lado de la ronda en la que todos, sentados, hablaban y bebían tragos salidos de una heladerita (a contraluz; desde mi perspectiva eran siluetas). Houellebecq no fue el único propiciante, ni tampoco el principal, pero ayudó a que yo entrara en un juego MUY DIVERTIDO en el cual todo lo que pasaba me era tan ajeno como en una película (la palabra juego no es exacta: tiene poco contenido de realidad) que yo estaba mirando. Amplío: yo jugaba a que yo felicitaba a la vida por su guión, por la brillantez de sus directores de sonido y de fotografía, a partir de la aparición de un nudo de tensión en la forma de dos chicos muy raros y encapotados (relato más cuidado, proximamente algún día quizás en aubemina). Cuando lo escriba, voy a poner esta cita (que no es de Houellebecq, sino de otro potencial -menos certero- contemporáneo Paul Auster): "Contra todo pronóstico, aquella sensación no desapareció. Si acaso, fue creciendo a medida que avanzaba la noche (...) yo ya estaba instalándome en lo que habría podido denominarse (a falta de un término más preciso) un estado de doble conciencia. Por un lado formaba parte de lo que estaba pasando a mi alrededor, y por otro me sentía aislado del entorno, dejaba que mi imaginación vagara con toda libertad (...) No es insólito que una persona esté abstraída hasta el punto de parecer ausente, pero el caso era que yo no estaba ausente. Me encontraba en aquel espacio, plenamente inmerso en lo que estaba sucediendo; y al mismo tiempo no me hayaba allí, porque aquel sitio ya no pertenecía al mundo real. Era un ámbito ilusorio que existía en mi imaginación, y también el lugar donde yo estaba. En los dos sitios al mismo tiempo."

7. El final, el final final digo, es asombroso. Es uno de los mejores finales del mundo. Tiene mucho de lo que yo decía sobre la ciencia ficción el otro día en este espacio, en la reseña de Ciudad de Clifford Simak en el punto 6 (y eso que el libro no es ciencia ficción, o no se presenta así en ningún momento; a lo mejor sí es ciencia ficción y la jodita es que uno no se da cuenta).

8.
Ponga huevo Houellebecq
Ponga huevo y corazón
que esta hinchada
se merece
se merece rock and roll

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