jueves, 4 de enero de 2024

Para que sepan que vinimos, de Marina Yuszczuk

 1.

El primer libro del año es del año antepasado y fue leído -a pesar de sus voluminosas casi 300 páginas- en dos sentadas: una en la sala de espera de un banco (dos horas y media, con aplausazo de la clientela piquetera incluido, estamos en los caldeadísimos primeros días de gobierno de LLA y el mundo es bastante horrible) y otra a la vera de una pileta, o piscina como le decimos los chetos, en mis vacaciones  gasoleras pero muy apacibles en la ciudad de Baradero, PBA. 

2.

Para que sepan que vinimos es la novela sucesora en la bibliografía yuszczukística de la premiada, traducida y muy serializable (Amazon, teléfono) novela de vampiras La sed; y la comparación se me impone, sobre todo por lo que tienen en común: editorial, tamaño, condición genérica. Esta no es de vampiras, pero es de fantasmas, y al igual que en La sed la pertenencia a una tradición literaria se aprovecha para un juego con los tópicos del género y un intento por encontrarles nuevos usos y costumbres (argentinas). Eso en la cuenta de las similitudes. Sin embargo, y a pesar de que ambas manejan exactamente la misma cantidad de páginas (290, qué curioso), creo que la mayor diferencia está justamente en la escala, pero no de sus lomos sino de sus acontecimientos: mientras que La sed es épica, orquestal, Para que sepan que vinimos es música de cámara. En La sed se atraviesan épocas y fronteras, hay epidemias y persecuciones y cambios de punto de vista y mucho sexo. En Para que sepan, si bien hay cruces de fronteras (normales y paranormales) y algo en su escenario neoyorquino  podría remitir a cierta escala mayor: la reducida cantidad de personajes, el conflicto interno y el punto de vista (casi) único construyen otro tipo de novela y de clima, algo más íntimo, claustrofóbico. De hecho, siguiendo con la idea de lo audiovisual, mientras que La sed haría una muy buena serie, Para que sepan que vinimos necesariamente debería ser una película.

3.

Sinopsis a las apuradas: Una familia porteña se va de vacaciones. Fernanda, la protagonista, es madre, ama de casa y en menor medida, fabricante de juguetes progres. En esta década pandémica y neoconservadora, Fernanda está casada con Mariano, abogado, chabón, recontra chabón, y es madre de Rosa, de 7 años. La pareja no marcha demasiado. Y encima, Fernanda está duelando a una madre que murió de una enfermedad fea y desgastante. La novela comienza en el aire, en un avión: los tres viajan como turistas a Nueva York, el lugar donde sucede la ficción, en búsqueda de superar el duelo de Fernanda, de reencontrarse como pareja, de ser felices. Claro que lo de superar el duelo va a ser difícil, porque Fernanda se trae con ella, de forma imaginaria o no, a su madre muerta. Ya les dije que es una novela de fantasmas.

4.

El final es tremendo. No quiero espoilearlo, pero sí decir que me sorprendió MUCHO. Le pregunté a Marina si siempre había sabido que la novela terminaba así: me dijo que sí. Y me citó como referencia el final de la película Drag Me to Hell (2009) de Sam Raimi. Yo asentí, claro claro, pero no la había visto. Ta buena.

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